No busquen una obra maestra, porque no la encontrarán. No busquen un drama que les haga llorar, porque no lo hallarán. De hecho, les aconsejaría que no busquen nada.
Dejen que sea la película la que les encuentre. Dejen que sea ella la que decida qué les va a hacer sentir. Pues ya que no hay dos espectadores que reaccionen igual a la misma película, ni siquiera uno mismo al verla varias veces, no tiene sentido generalizar. No obstante, lo que sí se puede hacer es particularizar.

Así pues, particularmente, a mí esta película me ha gustado: Me ha parecido una buena película que cumplió su propósito y me satisfizo.
Primero, porque me entretuvo; después, porque me pareció interesante el enfoque con el que se abordó temas en principio dramáticos desde la comedia; y por último (y no por ello menos importante), porque la actuación de Melissa Leo como madre alcohólica no tiene desperdicio.
Realmente me gusta esta actriz: la forma en la que trabajó me resulta de lo más convincente de toda la película, porque si uno mira el bosque en su conjunto verá que le resulta increíble e inverosímil la existencia de ciertos tipos de árboles y sus situaciones; mientras que si uno se acerca a observar ese árbol llamado Leo, uno podría pensar que realmente es un árbol mal plantado cuya corteza está seriamente dañada y su superficie maltratada, pero que sin embargo en su interior conserva la savia disposición a ser regada y replantada, para proteger así a la fruta de sus semillas, su familia.

El final de la película, lejos de ser el mejor final que he visto, me ha parecido sin embargo muy acertado: la forma con la que el protagonista toca el piano, con un ritmo in crescendo, tiene el acorde en la rabia contenida de éste, su frustración ante las situaciones por las que ha vivido y su anhelo por llevar una vida mejor. No es hasta el final, cuando toca la última tecla, que se ve liberado de la carga.
Ha sido una buena actuación, ha sonado bien y se ha disfrutado, no obstante no ha sido lo mejor de Mozart y, por ello, no será recordada.