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España España · TOLEDO
Voto de MAFALDA:
9
Cine negro. Thriller España, a comienzos de los años 80. Dos policías, ideológicamente opuestos, son enviados desde Madrid a un remoto pueblo del sur, situado en las marismas del Guadalquivir, para investigar la desaparición de dos chicas adolescentes. En una comunidad anclada en el pasado, tendrán que enfrentarse no sólo a un cruel asesino, sino también a sus propios fantasmas. (FILMAFFINITY)
6 de octubre de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Sevilla, unos años antes de la Expo 92. Convertir una ciudad cualquiera en un escaparate mundial exige obras mastodónticas, inversiones millonarias, sacrificio y el esfuerzo coordinado de muchas personas y colectivos: el trabajo de unos brillará en la superficie y embellecerá la ciudad; el de otros se hunde en las profundidades y es mejor que nunca salga a la luz. De eso va esta película… ¡y qué película!

El Grupo 7 lo forman: Mateo, un policía regordete, putero y chusco, “tipical spanish”; Miguel alto y rubio con aspecto de señorito andaluz; Ángel, el más joven, tan simpático como ambicioso, que observa en silencio a su compañero Rafael, solitario, violento, cruel, desengañado.

Los cuatro persiguen a yonkis y traficantes sin descanso, sin escrúpulos y sin piedad, utilizando todos los medios a su alcance para lograr éxitos que lancen sus carreras sin desdeñar de paso, mediante la corrupción y los métodos más salvajes, ingresos extras que les permitan mejorar sus sueldos de mierda”.

Esta es parte de la crítica que escribí sobre “Grupo 7”, película en la que Alberto Rodríguez ya dejó patente de lo que era capaz. Un claro ejemplo de que en España se hace muy bien cine negro o policíaco como prefieran.

En “La isla mínima” volvemos a los ochenta, década que parece fascinar al director quizás por la indefinición que aún imperaba en España en todos los ámbitos. Con el antiguo régimen ya resquebrajado estrenábamos democracia y había que redefinir costumbres, leyes y comportamientos antes generalizados y amparados por la larga sombra de la dictadura. La lucha, a veces silenciosa otras no tanto, entre lo viejo y lo nuevo, entre la libertad y la represión.

Una sucesión de raras e inquietantes fotografías aéreas (Álex Catalán premio del jurado a la mejor fotografía en la 62 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián) que no sabes a ciencia cierta a qué corresponden (a mi me recordaban al cerebro humano), acompañadas de la doliente y quejumbrosa banda sonora de Julio de la Rosa, constituyen una magnifica y sorprendente forma de empezar una película porque evidencian el cuidado que el director ha puesto en los detalles.

“Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir”.

El lugar donde se desarrolla la acción, las marismas del Guadalquivir, 2.000 kilómetros cuadrados de terrenos inundables surcados por una amplia red de caños (curso de agua marina que se interna en terrenos fangosos de marismas y cuya profundidad y apariencia cambia en función de las mareas) y humedales (zona de tierras, generalmente planas, cuya superficie se inunda de manera permanente o intermitentemente), es un reflejo del entramado de la película donde se entrecruzan personajes y situaciones que también parecen moverse bajo el influjo de las mareas.

Dos policías expedientados, aparentemente opuestos, son enviados a un pueblo escondido de las marismas para investigar la desaparición de dos adolescentes. Al recelo con que se miran entre ellos, incapaces de hacerse una imagen clara del otro, se une la desconfianza y el rechazo con el que son recibidos por los lugareños.

Durante las pesquisas para esclarecer los hechos ambos van dando muestras de sus particulares métodos de investigación: uno desde el acercamiento a la gente del pueblo, el otro desde la distancia y apoyándose más en las pruebas científicas.

Estos días diversos medios y críticos han insistido en su semejanza con la serie “True Detective”. Es cierto que en ambos casos se trata de una pareja de policías que investigan los crímenes de un asesino en serie y que existe cierto parecido entre los escenarios naturales en los que transcurren las historias, pero la “La isla mínima”, además de porque se desarrolla en un tenso período histórico muy nuestro, se diferencia en el marcado carácter español de los personajes: el señorito andaluz, los jornaleros, los militares y unos agentes del orden bastante bizarros pero a la manera patria.

La película cuenta con un nutrido grupo de actores con papeles pequeños pero intensos. Por encima de todos ellos destaca Javier Gutiérrez (Concha de Plata al mejor actor en la 62 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián) con su interpretación de un policía, con un oscuro pasado, que durante toda la película se mantiene en el filo de la legalidad y al que la soberbia interpretación de este actor, mitad asturiano mitad gallego, dota de una dualidad que consigue que le odies tanto como le respetas. Humanizar monstruos no está al alcance de todos los directores.

“La isla mínima” es una película excepcional. Un drama policíaco realista, duro y, en ciertos momentos, conmovedor.

Un thriller sutil y cautivador que demuestra que con directores como Alberto Rodriguez el cine español volverá a recobrar la etiqueta de cine de calidad, reconocida mundialmente, que nunca debió perder.
MAFALDA
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