20 de agosto de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lee Sang-woo se basa en un hecho real ocurrido en la década de 1980 y lo traslada a la época actual, no para engañar al espectador (el propio director siempre se ha preocupado por aclarar este punto) sino para lograr un mayor acercamiento al público actual. Se trata de una licencia artística muy socorrida, por ejemplo, en el teatro. Gracias a una fotografía y a un manejo de la cámara deliciosos, a una música sugerente, a un ritmo intenso y, sobre todo, a la maravillosa interpretación de las dos hermanas (también hermanas en la vida real), la película consigue lo que pretende: contar la historia de una injusticia y de unas relaciones de poder a modo de fábula, de tal forma que cualquiera pueda empatizar fácilmente con el sufrimiento de las víctimas. Por el contrario, la película no pretende ser un documental y no se la debería juzgar como si lo fuese.
En cuanto a los hechos reales en que se basa, si bien no parece que sucedan en la Corea actual, siguen teniendo lugar, por desgracia, en la India y otros países. Esta fábula de Lee Sang-woo es perfecta para suscitar el debate acerca de un dilema de candente actualidad y que trasciende el tema concreto de las adopciones ilegales o la compraventa de órganos: hasta qué punto el bienestar de familias acomodadas del primer mundo no está basado en el sufrimiento y la condena de familias humildes de otras zonas del planeta menos afortunadas. Desde una mirada occidental sensible, resulta inevitable pensar en la ropa que compramos, los alimentos que consumimos, los dispositivos tecnológicos con los que nos comunicamos y con los que trabajamos...
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