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Voto de Sandro Fiorito:
8
Drama. Bélico Segunda Guerra Mundial (1939-1945) Frente Oriental. Iván, un niño ruso de 12 años, cuyos padres murieron durante la invasión nazi, trabaja espiando a los alemanes. (FILMAFFINITY)
6 de octubre de 2011
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las mejores formas de exponer las crudas y devastadoras secuelas de una guerra puede ser la de plasmarlas a través de los testimonios de los mayores afectados de cualquier contienda: los niños. Los que no son obligados a firmar su fatídico destino poniendo fin a una corta vida, corren el riesgo de ver cómo su inocencia se derrumba como un castillo de naipes, renunciando así a la que es sin duda la etapa más elemental de nuestras vidas, la única en la que podemos soñar despiertos, ser felices de verdad y entusiasmarnos con las pequeñas cosas que vamos descubriendo. Pero la guerra, cualquiera -ese remedio tan desmesurado e inhumano para algunos, remedio indispensable, solución ‘in extremis’ y garantía de las libertades para otros-, es al final lo que se narra con tan buena mano en esta película del indispensable Andréi Tarkovski, primer largo después de la realización de dos mediometrajes (“Hoy no habrá salida”, 1959 – “El violín y la apisonadora”, 1961) y un corto (“Los asesinos”, 1958).

La guerra es además de un tétrico escenario en el que los pequeños habitantes del mundo se quitan la vida entre sí, un hecho que deja tras su paso de gigante una estela de dolor, sangre y emociones transformadas. En ocasiones, sus efectos negativos pueden llevar adjunta la solución a un problema, pero nunca dejará satisfechas las vidas de todos los civiles involucrados en la misma. Durante la Segunda Guerra Mundial se produjeron cientos de carnicerías, venidas principalmente de dos de los bandos principales del conflicto: nazis y soviéticos. De los segundos es el joven protagonista de esta historia, Iván (Nikolai Burlyaev) , un niño que tras perder a su familia a manos del ejército alemán fue recogido por las filas soviéticas casi en estado de adopción para utilizarlo como espía. Este trabajo apasiona al chaval, invadido constantemente por sueños desagradables que recuerdan su estado en este mundo, y de los cuales es su madre una de las imágenes más proyectadas. Cada una de esas escenas es una pequeña maravilla cinematográfica fruto de la fusión de la genialidad de Tarkovski, la visión de su director de fotografía, Vadim Yusov, con el que también trabajó en “Andrei Rublev” (1966) y “Solaris” (1972), y la impresionante capacidad de su montaje, a cargo de Lyudmila Feiginova (“Stalker”, 1979), habitual de Tarkovski.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sandro Fiorito
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