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Voto de Sandro Fiorito:
8
7,4
19.925
Drama. Comedia
Irónica, crítica e inmisericorde comedia sobre los miembros de una familia de un suburbio de New Jersey. Un matrimonio a punto de divorciarse, tres hermanas y sus maridos, novios y amantes ocasionales. Tras una aparente normalidad, todos los personajes ocultan algún secreto y alguna que otra perversidad. (FILMAFFINITY)
25 de septiembre de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida está llena de tristeza, decepciones, amargura y patetismo. De gente que vaga solitaria por la calle conteniendo una lágrima; jugadores de la ruleta de la vida que arriesgan sus últimas fichas a una sola casilla que será la encargada de decidir el porvenir de su mediocre destino; trastornados que divagan entre sus mentes abstractas buscando un destello que les indique su próximo paso; fracasados que ahogan sus penas en las aguas más profundas del alcohol; ingenuos que deslumbran con la sonrisa que certifica la agonía que sufrirán al confiar en la persona que se aprovechará de ellos; desterrados de la felicidad que buscan recuperar lo perdido o, como poco, igualarlo por triste que aquello fuera.
El nivel con el que Todd Solondz (“Palíndromos”, 2008) expone estas descripciones (o las que más se le parecen) en su más que osada y sincera “Happiness” resulta nítido desde su comienzo, ofreciéndonos a todo un recital de personajes grises que se antojan incómodos, pues saben transmitir sus experiencias con una claridad tan pasmosa que el corazón -o la mente- de uno parece ir secándose hasta descomponerse por completo, planteándonos una cuestión tan capital como la verdadera importancia del ser humano, que en esta película parece mediocre por su insignificancia.
Pero a su vez, es esa insignificancia la que hace grande a la persona, pues el pequeño grano de arena que supone su silueta en su pasajero paso por el mundo es todo lo que vale, y Solondz (que además de dirigir, escribe el guión de esta obra) se encarga en esta ocasión de abrirnos las puertas de las vidas de esos pequeños y grandes personajes tan llenos de cosas para contar. Lo hace sirviéndose como núcleo principal de una familia compuesta por Lenny (Ben Gazzara) y Mona Jordan (Louise Lasser), un matrimonio de la tercera edad inmerso en una profunda crisis. Ambos tienen tres hijas, Joy (Jane Adams), Trish (Cynthia Stevenson) y Helen (Lara Flynn Boyle). La primera aún no ha conseguido nada en la vida, no tiene definidas sus funciones dentro de la misma y es un desastre en el amor. La segunda, en cambio, destila felicidad y ha sentado la cabeza formando matrimonio con un psiquiatra, el sorprendente Bill Maplewood (Dylan Baker), con el que tiene dos hijos. Helen, novelista, se caracteriza por una vida superficial. Desde aquí se van abriendo las ramas del argumento, que incluyen las historias de dos vecinos de Helen: un aparente desequilibrado llamado Allen (Philip Seymour Hoffman), en cuya pared de su habitación lucen los desagradables trofeos de sus obsesivas masturbaciones diarias, y Kristina (Camryn Manheim), una solitaria acomplejada por su gordura. También tiene cabida uno de los hijos del matrimonio Maplewood, Billy (Rufus Read), de once años, quien consulta a su padre constantemente asuntos relacionados con la sexualidad.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
El nivel con el que Todd Solondz (“Palíndromos”, 2008) expone estas descripciones (o las que más se le parecen) en su más que osada y sincera “Happiness” resulta nítido desde su comienzo, ofreciéndonos a todo un recital de personajes grises que se antojan incómodos, pues saben transmitir sus experiencias con una claridad tan pasmosa que el corazón -o la mente- de uno parece ir secándose hasta descomponerse por completo, planteándonos una cuestión tan capital como la verdadera importancia del ser humano, que en esta película parece mediocre por su insignificancia.
Pero a su vez, es esa insignificancia la que hace grande a la persona, pues el pequeño grano de arena que supone su silueta en su pasajero paso por el mundo es todo lo que vale, y Solondz (que además de dirigir, escribe el guión de esta obra) se encarga en esta ocasión de abrirnos las puertas de las vidas de esos pequeños y grandes personajes tan llenos de cosas para contar. Lo hace sirviéndose como núcleo principal de una familia compuesta por Lenny (Ben Gazzara) y Mona Jordan (Louise Lasser), un matrimonio de la tercera edad inmerso en una profunda crisis. Ambos tienen tres hijas, Joy (Jane Adams), Trish (Cynthia Stevenson) y Helen (Lara Flynn Boyle). La primera aún no ha conseguido nada en la vida, no tiene definidas sus funciones dentro de la misma y es un desastre en el amor. La segunda, en cambio, destila felicidad y ha sentado la cabeza formando matrimonio con un psiquiatra, el sorprendente Bill Maplewood (Dylan Baker), con el que tiene dos hijos. Helen, novelista, se caracteriza por una vida superficial. Desde aquí se van abriendo las ramas del argumento, que incluyen las historias de dos vecinos de Helen: un aparente desequilibrado llamado Allen (Philip Seymour Hoffman), en cuya pared de su habitación lucen los desagradables trofeos de sus obsesivas masturbaciones diarias, y Kristina (Camryn Manheim), una solitaria acomplejada por su gordura. También tiene cabida uno de los hijos del matrimonio Maplewood, Billy (Rufus Read), de once años, quien consulta a su padre constantemente asuntos relacionados con la sexualidad.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La película es una sucesión de brillantes y nutridos diálogos mantenidos entre sus protagonistas, obligados a estar relacionados entre sí de alguna manera debido a la estructura de historias paralelas -o cruzadas- que con mucho esmero se ha logrado adaptar en esta cinta. Palabra por palabra, iremos asistiendo a una función asombrosa en la que los complejos del director brillan por su ausencia y las sorpresas son continuas. Su reflexivo conjunto apenas tiene hueco para las sensaciones agradables, encargándose de desarrollar la trama con toda su crudeza, angustia y sensaciones incómodas acompañadas por un marcado y excelente humor negro. Las interpretaciones están muy a la altura del argumento, siendo las más destacadas la de un fugaz Jon Lovitz (“Big”, 1988), el bueno de Philip Seymour Hoffman (“Magnolia“, 1999) en un papel a su medida (como en todos sus trabajos, excelente), una desgarradora Jane Adams (“Songcatcher”, 2000) y Dylan Baker (“Spider-Man 2”, 2004) con un trabajo fenomenal desde el que protagoniza una de las mejores historias (capaz de dejarte helado) de la película. Llama mucho la atención Lara Flynn Boyle con un trabajo muy parecido al que desarrolló en la mítica serie “Twin Peaks” (1990): su increíble atractivo esconde misterio y un gran carácter. Una segurísima Cynthia Stevenson (“Oh baby”, 1998-2000), Camryn Manheim y Rufus Read pueden ser la guinda de un pastel interpretativo que se codea con la excelencia.
La música original corresponde a Robbie Kondor (“Pánico nuclear”, 2002), pero son las partituras y temas añadidos como “Soave sia il vento from cosi fan tutte” (Mozart) tocado por la Orquesta de la Royal Opera House Convent Garden y cantado por Montserrat Caballé; el “Concierto de guitarra en D mayor” (Vivaldi); el “Piano Concerto” de Samuel Barber o la canción principal “Happiness” cantada por Michael Stipe y Rain Phoenix (también se incluye una versión de la propia Jane Adams) los que dan auténtica vida propia al apartado musical de esta realista, directa y atrevida película, que juega a que lo más patético y controvertido se dé la mano con la verdad más absoluta, pero más triste, amarga e irónica sobre la felicidad.
La música original corresponde a Robbie Kondor (“Pánico nuclear”, 2002), pero son las partituras y temas añadidos como “Soave sia il vento from cosi fan tutte” (Mozart) tocado por la Orquesta de la Royal Opera House Convent Garden y cantado por Montserrat Caballé; el “Concierto de guitarra en D mayor” (Vivaldi); el “Piano Concerto” de Samuel Barber o la canción principal “Happiness” cantada por Michael Stipe y Rain Phoenix (también se incluye una versión de la propia Jane Adams) los que dan auténtica vida propia al apartado musical de esta realista, directa y atrevida película, que juega a que lo más patético y controvertido se dé la mano con la verdad más absoluta, pero más triste, amarga e irónica sobre la felicidad.