El león Kitamura y su loco loco mundo. Ya me rallé lo suyo con Sky High, que era una marcianada sobre vengazas ultraterrenas y amores escatológicos absolutamente demencial, y vuelvo a rallarme, aunque en menor medida, con este tajante film de artes marciales que adapta un cómic de nosequién sobre unos chavales educados como máquinas de matar, con la monísima Aya Ueto a la cabeza. En el fondo es lo mismo de siempre, pero condimentado con el excesivo lenguaje cinematográfico de Kitamura y con innumerables detalles freaks que: a) estimulan y divierten, o b) irritan y desconciertan.

Reconozco que es una película aborrecible en muchísimos aspectos, con un exceso de cámara lenta y de verborrea rimbonante y/o tronada, pero también es un cine atravesado por la locura de quien se siente libre de crear lo que le sale de los mísmisimos, algo que sin duda proporciona instantes de puro genio que refulgen aún más si cabe entre la alegre vulgaridad que define el conjunto. Ocasionalmente discutible desde un punto de vista estético, hay que reconocerle también soluciones visuales brillantes, corroborando a su autor como uno de los nombres del cine de acción más imaginativos (e irresponsables) de su generación.

Azumi no es, vayamos resumiendo, una película para todos los gustos, pero si uno sabe bucear entre sus defectos, o hurgar con la uña entre su textura de desnortada serie B, podrá encontrar energía, nervio, agilidad y, sobre todo, la impresión de que nadie de los que están implicados en el proyecto se tome demasiado en serio el asunto. Porque, pese a la aparente gravedad de algunos diálogos y varios momentos de una crueldad emocional considerable, la sensación que finalmente permanece es liviana, como de tebeo gore poblado de bichos raros y manchado de un aura mitológica que anuncia secuela, incluso saga. Curiosa.

Lo mejor: sus instantes de delirio, la brillantez de algunos combates, el gran trabajo de montaje.
Lo peor: cuando se pone cursi y hortera te saca los colores.