Creo que no me gustaba tanto una película de Gerardo Herrero desde la infravalorada Desvío al paraíso, no por casualidad su título más impersonal. Bueno, gustar quizás sea excesivo, pero es que ver una película de este señor, basada, para más inri, en una novela de Almudena Grandes, y comprobar cómo sorprendentemente funciona ha sido toda una revelación. Creo que la clave está en el tono y en la interpretación de todo su reparto: en el tono porque este es duro y nada sentimental, aunque toda la historia sea un caótico vendaval de emociones cuyo centro de acción se nos esconde hasta casi el final de la película (el relato funciona correctamente a base de flashbacks); y en la interpretación de los actores porque todos están un paso más allá de la corrección, especialmente esa pareja de hermanos que encarnan José Luis García Pérez y un sorprendente (y magnífico) Roberto Enríquez. Quizás le falle equilibrar un poco la cohesión de las diferentes tramas que conforman la historia, pero es una obra recomendable, por ser turbia sin tremendismos y por librarnos de las monsergas progres de su director.

Lo mejor: habla de emociones sin cohibirse lo más mínimo.
Lo peor: la inconsistencia de una de las subtramas y un secundario al que se ve venir a la legua.