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Voto de Polifonía:
9
6,1
946
Comedia. Drama
Pérez, un conductor de autobús, rompe, sin querer, un frasco de orina que le ha entregado una maestra rural para que lo lleve a analizar. La idea que se le ocurre para solucionar el problema no puede ser más absurda, pero marca el comienzo de una entrañable historia de amor entre esos dos personajes. (FILMAFFINITY)
28 de abril de 2009
23 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película digna de verse, por todo lo que contiene: la atracción entre distintos sexos, la necesidad e incluso el amor entre un hombre y una mujer maduros y bastante solos, el romanticismo y la burocracia que conlleva la conquista amorosa.
De hecho, la simbología del frasco es enorme: un frasco es algo endeble, de cristal, frágil como el amor, puede guardar dentro cosas importantes pero igualmente puede quebrarse al más mínimo descuido.
Él es un chofer de autobús con ruta entre puebluchos. Ella una maestra rural perdida en una aldea donde no sucede nada espectacular del mundo. De verse al pasar acontece que van mirándose cada vez más y reparando uno en el otro con más interés, con mayor intensidad, hasta buscarse con anhelo ambos dueños de miradas. Ella se presenta como todo un abanico de delicadeza, aunque a la par va desplegando sus estrategias para ligar con él (hombre tímido y apocado donde los haya).
Alberto Lecchi va contando esta historia cautivadoramente, nos va abriendo el apetito ante el guiso amoroso que luce en tranquila ebullición y huele a historia maravillosa entre una mujer y hombre. Bueno, logra con su dirección que nos enamoremos de los dos integrantes de un matrimonio en ciernes. Y esto lo realiza a través de goznes puntuales como son la meada, el sexo y las señales de dominio donde la mujer suele dejar seriamente establecido que "su coño es el que manda".
De hecho, la simbología del frasco es enorme: un frasco es algo endeble, de cristal, frágil como el amor, puede guardar dentro cosas importantes pero igualmente puede quebrarse al más mínimo descuido.
Él es un chofer de autobús con ruta entre puebluchos. Ella una maestra rural perdida en una aldea donde no sucede nada espectacular del mundo. De verse al pasar acontece que van mirándose cada vez más y reparando uno en el otro con más interés, con mayor intensidad, hasta buscarse con anhelo ambos dueños de miradas. Ella se presenta como todo un abanico de delicadeza, aunque a la par va desplegando sus estrategias para ligar con él (hombre tímido y apocado donde los haya).
Alberto Lecchi va contando esta historia cautivadoramente, nos va abriendo el apetito ante el guiso amoroso que luce en tranquila ebullición y huele a historia maravillosa entre una mujer y hombre. Bueno, logra con su dirección que nos enamoremos de los dos integrantes de un matrimonio en ciernes. Y esto lo realiza a través de goznes puntuales como son la meada, el sexo y las señales de dominio donde la mujer suele dejar seriamente establecido que "su coño es el que manda".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Lo más realista de esta película es lo bien que expone Lecchi la idiosincrasia típica del ser femenino, de las mujeres cuando pretenden conseguir a un hombre, en cuanto a despliegue o estratagema de caza, captura e imposición final de su dominio.
Así, mientras ella está en la tarea inicial de seducir, todo es afabilidad, sonrisas, delicadeza y semblante de persona que "no rompe un plato". Pero una vez que ella ya lo ha probado a él sexualmente y ha visto que encima el sujeto no es gran cosa en este apartado, entonces cambia la cara de una vez y a la mínima contrariedad por parte masculina, esconde el brillo de la sonrisa, se hace la ofendida-imperdonadora en plan de que él se rebaje y vaya a rogarle u ofrecerle muestras más que relevantes de economía aseguradora, merecedoras de perdón, pues si bien el sexo no va ser lo mejor que pueda darle el hombre al menos si tiene depósito de gasolina (un buen carro), techo (una buena casa) y tierras o dineros (para que ella pueda plantarse como dueña y echar sus meadas dominantes que marquen quién va a llevar la voz cantante), pues al menos así la mujer consentirá y hará como que le perdona la vida a su hombre ya encoñado hasta la médula.
Quién no las conozca, lo suavitas que son al principio y lo cardo-borriqueros que se vuelven luego, a la primeras de cambio, que vea esta película y comprenderá. ¡Seguro!
Así, mientras ella está en la tarea inicial de seducir, todo es afabilidad, sonrisas, delicadeza y semblante de persona que "no rompe un plato". Pero una vez que ella ya lo ha probado a él sexualmente y ha visto que encima el sujeto no es gran cosa en este apartado, entonces cambia la cara de una vez y a la mínima contrariedad por parte masculina, esconde el brillo de la sonrisa, se hace la ofendida-imperdonadora en plan de que él se rebaje y vaya a rogarle u ofrecerle muestras más que relevantes de economía aseguradora, merecedoras de perdón, pues si bien el sexo no va ser lo mejor que pueda darle el hombre al menos si tiene depósito de gasolina (un buen carro), techo (una buena casa) y tierras o dineros (para que ella pueda plantarse como dueña y echar sus meadas dominantes que marquen quién va a llevar la voz cantante), pues al menos así la mujer consentirá y hará como que le perdona la vida a su hombre ya encoñado hasta la médula.
Quién no las conozca, lo suavitas que son al principio y lo cardo-borriqueros que se vuelven luego, a la primeras de cambio, que vea esta película y comprenderá. ¡Seguro!