Hay grandes placeres en esta vida esperando en cualquier esquina, eso lo sabemos todos. Para mí, no hay nada mejor que sorprenderte, si es para bien claro (los sustos y las sorpresas dramáticas les dan alicientes a las autobiografías, pero eso es pensando en el futuro). Y si una película me ha sorprendido este año, ha sido esta.

Sorprendido, digo, porque los tíos de marketing habían decidido venderla como una hez muy grande con el primer trailer, y apenas se creía uno que la rectificación de los siguientes pudiera ser cierta. Sorpresa porque incluso las críticas buenas que la están decorando seguían oliendo a chamusquina. Pero no. Tenían razón.

A día de hoy, es cojonudo ver un blockbuster cuya base, cuya historia, es un simple "desarrollo y evolución de personajes" decorado con un tramo de acción final para atraer masas al cine. Igual no es la única que recoge este esquema, pero si es la primera que lo hace tan bien, y con un mono (bueno, King Kong, pero...), haciendo que ese mono se convierta en el puto mono heroico y carismático del milenio. Y yo adoro los monos. Y luego, el final mola. La acción mola. James Franco no desentona demasiado. Y tiene dos o tres pasajes que te dejan ojiplático y con cara de: "Boh, que brutal", en especial una potente negación simiesca. ¿Qué más se le puede pedir?

Espero que gane dinero por doquier, rentabilice secuelas y le de trabajo a su debutante pero muy eficaz director. Mola, y con monos todo mola más.