Me gusta Michael, qué quieren que les diga, porque todo lo que hace me lo acabo creyendo: Ya puede interpretar a un broker despiadado, un marido cornudo y asesino, un policía calentorro, un papi buscando a su hija, un profesor chiflado, un político corrupto, un amante de la Primera Dama o un buscador de joyas en el Nilo, que yo me lo termino creyendo.

Y eso que sigo sin saber si es un verdadero actorazo o simplemente un gran profesional, pero algúna de las dos tiene que ser. Quizá hasta ambas.

Aquí tenemos a un Michael en su versión más crepuscular, con un personaje que le viene que ni pintado o quizá es que él lo moldea a su gusto, a mitad de camino del maduro galán y el viejo verde, que se ve envuelto (no diré que sin comerlo ni beberlo, porque se come más de un rosco, para envidia del público masculino) en distintas situaciones más o menos (des)agradables que le llevarán, justo en el otoño de su vida a una situación límite y desesperada (a Michael siempre le pasan estas cosas) en una cinta sugerente, realizada con gran estilo visual, suave cadencia de metraje y bonitas vistas (New York y Boston, figúrense).

Al público masculino le gustará este película más que al otro, eso también se lo voy diciendo desde ya, y creo que precisamente por ello los realizadores han buscado acompañamiento de féminas de gran solvencia, Susan Sarandon y Mary-Louise Parker, para paliar este efecto. Por cierto, me parece que en la jovenzuela Imogen Poots nos ha salido la nueva Scarlett Johansson (al tiempo).

Mientras espero mi nueva dosis de Michael (la secuela de Wall Street está al caer ¿no?) esta cinta me deja plenamente satisfecho.

Les confesaré algo: Cuando tenga 60 tacos yo quiero ser como él (como el verdadero Michael y también como el personaje que interpreta en esta película... Y casi en cualquier otra).