Cualquiera que haya visto La semilla del Diablo reconocerá en LoS un remake apócrifo. Un remake mucho más trabajado en todos los sentidos, con una estética barroca y refinada en lo visual pero también en lo auditivo (delicioso el tema de The Lords). En mi opinión, tiene mucho más interés incluso que su inconfundible predecesora. De entrada, como digo, porque la primera se basa en el drama personal, psicológico y costumbrista, de la protagonista. En LoS, el satanismo está allí, palpable, maligno, sucio. No son un grupo de viejales bien vestidos como para un bautizo. Son unos embajadores del infierno salvajes y decididos. Aunque para hablar con propiedad,deberíamos hablar en femenino. Las protagonistas, las iniciadoras de todo el asunto son mujeres, los hombres están por allí sin enterarse mucho de nada. El único macho ahí es precisamente el macho cabrío, rodeado de su corte de ménades sanguinarias y terriblemente fieles.
Sheri Moon sí es una Mia Farrow excelente, mucho más viva, sin necesidad de demacrarla en exceso. Y la trama no es ni de lejos lenta si uno coge la película como creo que debe cogerse: como una de esas producciones que son prioritariamente un banquete para los sentidos, un disfrute artístico, más que una historia, un guión. Una diégesis. No es una película de sustos de subida de volumen, ni de suspense de terror alargado, ni tensión psicológica. Es otra cosa. Es el mal rollo constante de sentir que, ciertamente, Rob Zombie te está acercando más de lo que querrías al Mal, con todos los medios que el cine permite.