Vista con los ojos de la madurez, resulta una absoluta delicia incluso en sus defectos; no puede uno dejar de emocionarse con esta tierna historia, que, si bien va sobrada de azúcar y de alguna cursilada de más, nos presenta un resumen de vida tan real como cercana a muchas familias, lo que hace engancharse y verse reflejado a lo largo de todo el metraje. Sin duda, la palma y casi todo el protagonismo recae sobre un fantástico Henry Fonda, capaz de robarle planos a la mismísima, y en esta, maravillosa, Katharine Hepburn, en el que, sin duda, resulta un duelo interpretativo más que interesante, por veteranía y por las especiales circunstancias de ambos, ella aquejada de Parkinson y Fonda ya prácticamente terminal, resultando dos magníficos trabajos, con espontaneidad y frescura.

Por lo demás, su director maneja de forma bastante convencional, aunque efectíva, una narración clásica, recurriendo al sentimentalismo de forma obvia, perfilando bastante bien a los personajes, con un ritmo y duración bastante solventes. Su férreo (aunque simple, no por ello malo) guión ayuda con sus buenos diálogos; una más que interesante y atractiva Jane Fonda, aparece, ya entrando en la madurez, como un ángel que se recibe con buenos ojos y no molesta, una sobrio trabajo que relaja y resulta convincente, si.

Una bonita historia, rodada con exceso de "Glamour filter", que se ve sin complicaciones y nos ayuda a reflexionar sobre lo corto que resulta nuestro paso por esta vida, sobre las reacciones y consecuencias de nuestros actos en el pasado, con un claro mensaje y oda a la familia bastante manifiesto. La vida es mejor tratando de hacer felices a los demás. Saludos.