El autor parece querer denunciar el Apartheid de Sudáfrica a su manera dando la vuelta a la tortilla de una forma un tanto siniestra.
Un profesor blanco tiene relaciones con su alumna negra que no dice ni mú aunque es evidente que esa relación no le gusta. La chica se somete sin más, tal vez porque se siente inferior, no queda muy claro.
Por otro lado, en la granja de su hija las cosas están al revés: el vecino negro se está tomando unas libertades que no le corresponden, presionando así a la hija de Malkovich. Para someterla del todo deja que la violen, disculpa y protege al violador, y ella, lejos de denunciar los hechos, no sólo quiere tener el bebé que está esperando de su/s violoador/es, sino que incluso se casará con su vecino para que la proteja de más incidentes.
La verdad es que cuesta entender que no se defiende de ninguna manera y que permita ser esclavizada.
En el plano final con la casa colonial al fondo y la nueva casa de Petrus delante, he llegado a entender algo del difícil y delicado tema: que los que antes estuvieron oprimidos están tomando el mando.