'Critters' era una de las pocas sagas del cine de terror de aquellos maravillosos años (para el género) 70 y 80 y hoy era un buen día para empezar, pero lo que podría haber sido precisamente un buen día ha acabado transformándose en un día mediocre en términos cinéfilos.

A veces las expectativas juegan en contra y este ha sido uno de esos casos, pues tenemos una cinta que a pesar de durar menos de hora y media (sobre los 78 minutos ya está el pescado vendido) tarda como unos veinte minutos en arrancar, los monstruos comen más cosas que seres vivos y los personajes humanos y los cazarrecompensas no son especialmente memorables. Es especialmente sangrante el caso de Dee Wallace, quien hace de madre cobarde la mayoría de los minutos y tiene pocos arranques de echarle ovarios a la invasión de los bichos; del resto de la familia solamente sale bien parado el hijo, interpretado por Scott Grimes.

Unos bichos que como ya he dicho, se comen más objetos que seres vivos cuando se esperaba algo más de carnicería, no por morbo sino por coherencia con lo que se está narrando. De la forma que han retratado a estas criaturas alienígenas le quita parte de su estatus de peligro. Tienen sus momentos de diálogos entre ellos o sembrando el caos, pero no llega ni mucho menos al encanto que tenían los Gremlins, por hacer una comparación directa y obvia.

En fin, no esperaba gran cosa del filme pues ya lo conocía de antes, aunque sí era de esperar que me demostrase el porqué de su estatus de película de culto de serie B. Lo que he visto, por el contrario, es una película que desanima a continuar con las tres secuelas restantes donde quizás hagan más sangre; sin embargo, con eso no basta.