La dificultad para expresar los sentimientos que tenemos y la cada vez mayor incapacidad para convivir en pareja, es lo que retrata esta romántica y original historia dirigida por el siempre interesante Spike Jonze en la que probablemente sea su mejor película.

Joaquín Phoenix encarna a un informático que está a punto de divorciarse de su mujer y que harto de sus fracasos sentimentales a la hora de buscar pareja se enamora de la sensual voz de un programa informático.

Se trata de una película sociológicamente interesante pero que no termina de emocionarme porque no me gusta lo que cuenta. El problema que le veo es que el protagonista me parece un personaje patético en el sentido despectivo de la palabra. El hecho de enamorarse de un programa de ordenador es más propio de un perturbado que de una persona normal. Que Phoenix no se percate desde el principio que su historia de amor es imposible da a entender que se trata de una persona sin dos dedos de frente. Es un tipo sensible, romántico y delicado pero incapaz de gestionar sus emociones.

Si este es el futuro de las relaciones humanas es para preocuparse. Si vamos a necesitar programas virtuales para relacionarnos porque somos incapaces de ligar con personas físicas y vamos a estar todo el día enganchados al móvil tecleando mensajes, entonces apaga y vámonos.