Bienintencionada cinta que homenajea a uno de los mayores deportistas de la historia que paradojas del destino demostró sus excelentes cualidades como atleta en las olimpiadas del 36 celebradas en la Alemania nazi. Toda una bofetada en la cara a un régimen que pretendía demostrar al mundo la superioridad de la raza aria. Lo que se orquestó para publicitar las bondades de la Alemania de Hitler, fue, a pesar de la impecable organización, un tiro en la culata del maestro de la propaganda nacionalsocialista Joseph Goebbels quien junto al Führer fueron incapaces de reconocer el triunfo de Jesse Owens negándose a dar la mano a los corredores negros. Patético. Y no contento con eso, Hitler envío a primera linea de fuego al gran velocista alemán y campeón europeo Carl Luz Long, quien sí felicitó ante todo el mundo la gesta de Owens, incluso le ayudó en el salto de longitud.

No obstante la película aunque bien hecha tiene un aire a telefilm y resulta bastante plana. Los personajes son unidimensionales, por ejemplo el actor que interpreta a Goebbels a parte de no parecerse en nada, es presentado como un hombre frío y distante cuando en realidad seguramente tendría el carisma de un encantador de serpientes. Los nazis son presentados como los malos de la función cuando en aquella época pocos sospechaban de lo que iban a ser capaces. De hecho, contaron con demasiadas simpatías en toda Europa. En este sentido la película está contada juzgando el pasado con la mentalidad actual y eso es algo que no se debe hacer si se quiere ser riguroso y no distorsionar la historia.