A diferencia de "casaubon", que escribió la crítica anterior, cuando empecé a ver este documental estaba interesado en la música y en las ideas de Calle 13. Iba, por lo tanto, bien predispuesto. Pero lo que he visto es una colección de estereotipos maniqueos (blanquito malo, indígena bueno) donde el protagonismo recaía en cuánto se cansaba el cantante, y lo comprometido que era por subir a un pueblo en lo alto de la montaña (donde, se nos informa de paso, la gente malvive en condiciones infrahumanas).

La verdad es que muchas veces da penica el tipo. Quiero decir, que se le ve tan perdido al pobre, sin saber cuál es su lugar (hay muchos ejemplos: como cuando aparece en un hotel muy lujoso deseando un Grammy para luego, tras ganarlo, declarar que ese premio no tiene importancia, y que es mejor dormir en una hamaca; criticando a un gringa que lleva uno de esos gorritos andidos porque es como llevar orejas de Mickey en Disneylandia, sin percatarse de que eso significa que él mismo está en Disneylandia, visitando al mero Mickey: el chamán).

Esto nos enseña que las buenas intenciones no son suficientes. De hecho, adquirir la pose de EL cantante latinoamericano comprometido puede supone una simplificación dañina, en cuanto no ayuda a la solución de problemas complejos, sino que sólo sirve para lavar las conciencias de "blanquitos", usando su propio término. La lucha social, tan necesaria, requiere de una mayor preparación y profundidad.