El documental Colectiv (2019), premiado en distintos festivales alrededor del mundo, desentraña el esquema de corrupción que domina al Estado rumano a partir de un incendio accidental en un boliche, similar a lo ocurrido en Buenos Aires en Cromañón a fines de 2004.

Por Nicolás Bianchi

En octubre de 2015 ardió la decoración del techo del local nocturno Colectiv en Bucarest mientras se realizaba un recital de un grupo de rock. Como Cromañón, aquella tragedia que segó tantas vidas en Buenos Aires en diciembre de 2004, pero en Europa del Este. Las estadísticas indican que por el hecho murieron 60 personas y hubo más de 150 heridos. A raíz de la tragedia se sucedieron una serie de protestas en las calles, que culpaban al Estado por la falta de control y pusieron en jaque al gobierno que se vio forzado a renunciar. Pero con esto ni siquiera avistamos la punta del iceberg del problema.

El documental, dirigido por Alexander Nanau, sigue a un grupo periodistas primero y políticos después a través de las derivaciones del caso. Lo primero que llama la atención a quienes investigan es que más de la mitad de las víctimas fallecieron hasta dos o tres semanas después en el hospital adonde habían sido trasladados. Incluso varios de ellos solo tenían quemaduras en el 10 o 15 por ciento del cuerpo.

El problema comienza a aparecer en toda su dimensión cuando una investigación comandada por el periodista deportivo Catalin Tolontan revela que los desinfectantes que compran los hospitales públicos a una empresa privada están tan diluidos que no sirven para matar a las bacterias que se supone deberían eliminar. O sea, en el hospital donde se atienden los pacientes quemados, en carne viva por la particularidad de su condición, sus cuerpos están a merced de las infecciones.

A partir de ahí la película comienza a adentrarse en el lodo de los servicios públicos, el Estado y las empresas proveedoras. Sin exagerar se puede decir que la investigación llega a un punto que sorprende, por más que sea frecuente escuchar y leer sobre distintos casos de corrupción. A un paciente, literalmente, se lo comen los gusanos hasta que muere.

Colectiv es una fuerte oda contra el estado actual, o al menos en aquel pasado reciente, del gobierno rumano. Por la caída de quienes dirigen el Estado se designa un nuevo ministro de Salud que permite que las cámaras lo sigan durante los primeros seis meses de gestión. Los pobres jóvenes que murieron infectados por quemaduras con muchas posibilidades de recuperación son realmente solo la punta del iceberg de un problema colosal y espantoso.

A la par, el documental sigue la recuperación de una paciente que perdió prácticamente las dos manos en el incendio. Ella lucha por seguir dándole sentido a su vida mediante la fotografía y la prueba de manos ortopédicas. También forman parte de la película los integrantes de la familia de uno de los jóvenes muertos, que persiguen y buscan, como pueden, cierta justicia. Esas historias, duras y crudas, resultan mucho más digeribles que toda la podredumbre que revela Colectiv.