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España España · La Laguna (Tenerife)
Voto de Yo mismo (o no):
3
Fantástico. Drama Tras la separación de sus padres, Connor (Lewis MacDougall), un chico de 12 años, tendrá que ocuparse de llevar las riendas de la casa, pues su madre (Felicity Jones) está enferma de cáncer. Así las cosas, el niño intentará superar sus miedos y fobias con la ayuda de un monstruo (Liam Neeson), pero sus fantasías tendrán que enfrentarse no sólo con la realidad, sino con su fría y calculadora abuela (Sigourney Weaver). Con este nuevo ... [+]
21 de febrero de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y si no que se lo digan a Bayona, maestro de la lágrima rápida, boticario que ha encontrado el tejo de la sensiblería, del arte de tocar los problemas que para nosotros son más cercanos. En este caso, una enfermedad desgraciadamente de actualidad, de rabiosa actualidad. Como antes hiciera con el horror de un tsunami que nos conmocionó a todos, ahora se embarca en un viaje a través de un cáncer mortífero y con un niño como maestro de ceremonias, un niño adulto, nos intenta hacer creer, un niño sin más... Lo de Bayona no se sabe cuándo parará: al igual la próxima película trata de los refugiados sirios, o de un muro entre la frontera de EEUU y México... ¿Quién sabe? Lo que sí es cierto es que el populismo fetichista con los horrores que este director posee para triunfar en cartelera es, cuanto menos, apoteósico.

El análisis de la historia se me queda cojo. Un niño cuya madre está deshauciada por esa enfermedad tiene la visita de un monstruo con forma de árbol y que recuerda a algunos árboles gigantes vistos en otras películas también taquilleras. Este monstruo se propone contarle tres historias acerca de lo que a él le dé la gana y luego el niño tendrá que contarle su pesadilla. Pues así es. Resulta que va de salvación, de liberación y de no sé qué más. Vamos, a lo Paulo Coelho o a aquella estupidez de "La vida de Pi".

Lo que queda en sentencia es que Bayona se mueve a la perfección entre las desgracias para aprovecharlas como éxitos propios. Sigan llorándole las gracias, que él seguirá dando lo que le piden. Porque después de todo, llorar es fácil. ¿No?
Yo mismo (o no)
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