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España España · Zaragoza
Voto de Hilodeseda:
9
Cine negro. Thriller España, a comienzos de los años 80. Dos policías, ideológicamente opuestos, son enviados desde Madrid a un remoto pueblo del sur, situado en las marismas del Guadalquivir, para investigar la desaparición de dos chicas adolescentes. En una comunidad anclada en el pasado, tendrán que enfrentarse no sólo a un cruel asesino, sino también a sus propios fantasmas. (FILMAFFINITY)
26 de septiembre de 2014
34 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Camino sediento. Corro. Corro mucho mientras el sol golpea mi cabeza y mis poros expulsan líquidos por doquier. Los mosquitos están al acecho para devorar mi piel sin remedio. Los flamencos graznan mientras buscan aguas de mejor consuelo. Yo sigo buscando al criminal, trato de encontrarlo en la época del cambio, en la época del cambio que nunca llega.

Alberto Rodríguez ha logrado trasmitir con cada plano y cada martilleo de suspense una traslación mental del espectador hacia su historia. Una historia extraordinariamente trabajada, filmada como sólo unos pocos saben hacer y gestionando cada pieza de rodaje como una joya que ha de guardarse en un museo. Y es que el cine de género está viviendo uno de los mejores momentos que se le recuerdan en los últimos años gracias a la aparición de talentos que han surgido a fuego lento. Rodríguez nos muestra como en los inicios de los 80 en la España profunda de la Andalucía rural todo seguía funcionando de otra manera, y como la entrada de la democracia crecía despacio, gota a gota.

“La isla mínima” sorprende desde sus primeros planos. Brillantes planos aéreos del Coto de Doñana y de las orillas del Guadalquivir a cargo de un notabilísimo Álex Catalán muestran su poderío, echando un pulso titánicos a aquellos cenagosos y embarrados que Cary Fukunaga nos regalaba del Misisipi en “True detective”. Y es que sin duda la comparación nos vendrá a la cabeza. Aunque señores yo lo tengo claro. Me quedo con el agua andaluz, las bandadas de aves recorriendo la puesta de sol y las carreteras empedradas de aquellos vivarachos y arriesgados ochenta españoles.

El guion no se aleja en historias secundarias, componiendo una historia que funciona como una flecha directa a la atención del espectador. Una pareja reflejo de dos estilos de vida y de política pelearán codo a codo para buscar a dos niñas desaparecidas en plena época de cosecha. Un conflicto de intereses de carácter local que chocará con las pretensiones de los policías encargados del caso. Unos Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez en el papel de sus vidas, peleando por dar realismo a una historia de supervivencia y búsqueda.

Una historia cruda que no cae en recursos fáciles y donde cada fotografía secunda la potencia del guion, no siendo un mero artificio a ojos del asistente. Un montaje perfecto que muestra una vida rural dura donde cuesta arañar una sonrisa y donde de lograrla te trasmite casi malestar. Un doble juego maestro donde política, periodismo y justicia tratarán de encontrar una línea común. La línea curva de la senda del Guadalquivir en búsqueda de aquella “Isla mínima”.

Secundarios de la talla de Antonio de la Torre, Nerea Barros, Jesús Carroza o el potencialmente taquillero Jesús Castro (“El niño”) completan una historia de final meticuloso y donde las piezas encajan por su propio peso. El peso del saber hacer.

Sin lugar a dudas la película española del año.

Lo mejor: Prácticamente todo, aunque me quedo con Javier Gutiérrez y la excelsa fotografía de Álex Catalán.
Lo peor: Alguna reacción de algún personaje poco relevante.

Valoración:
Banda sonora: 8
Fotografía: 10
Interpretaciones: 8,75
Guion: 8,5
Dirección: 9
Satisfacción: 9

NOTA FINAL: 8,8

@hilideseda - www.habladecine.com
Hilodeseda
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