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Voto de Sergio Berbel:
5
Drama Cuando Andrea va a la Universidad, se aloja en casa de su abuela, pero tendrá que soportar a sus molestos parientes. Como en la casa todo son rencillas familiares, sólo su fuerte carácter le permitirá sobrellevar la situación. (FILMAFFINITY)
24 de mayo de 2021
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Quizás no era el momento histórico ni el lugar para afrontar en 1947 la adaptación de una novela tan aparentemente sencilla pero tan densamente compleja como “Nada” de Carmen Laforet y Edgar Neville, enorme artesano de nuestro cine, no acertó en la traslación en imágenes del levemente existencialista texto premiado con el Nadal de 1944, donde Carmen Laforet insufló aires nuevos a una literatura de posguerra gris y desintegrada por los avatares políticos en mitad de una sociedad en blanco y negro con esta novela capital de nuestra literatura contemporánea, tan sencilla como preclara, tan diáfana como profunda, con un ligero tono existencialista exquisito en su sutileza.

Pero, por más interés y buenas intenciones que se le pongan, no encuentro entre las imágenes alambicadas y academicistas de una cinta que ha envejecido mal y que pasa por ser una rara avis en la filmografía del siempre solvente Edgar Neville, ese derroche de prosa cuidada y elegante pero despojada de artificios de la novela en la que Carmen Laforet nos cuenta las peripecias vitales de Andrea, una adolescente huérfana (error de casting de bulto porque no existe en la cinta ni un solo actor o actriz, desde la propia Conchita Montes hasta el último extra que aparece en plano, que puedan resultar mínimamente creíbles como adolescentes por haber abandonado esa época varias décadas antes) que, desde el pueblo, es enviada a casa de sus parientes en la calle Aribau de Barcelona para poder cursar estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras.

Pero Andrea no imagina el microcosmos asfixiante y opresivo que encuentra a su llegada a la casa de la abuela. Un piso degradado por el paso del tiempo, abandonado, sucio, cuajado de antigüedades, donde conviven muy mal avenidos la anciana generosa que es su abuela con sus hijos Juan (casado con Gloria, la cual nunca ha sido aceptada en la familia, con la que ha tenido un hijo recién nacido y que la cinta, en un alarde inexplicable de ceguera psicosomática, obvia totalmente en cuanto a mujer gravemente maltratada física y psicológicamente por su marido, un machista repugnante, tal y como tan crudamente aparece reflejado en la novela), Román (el hermano pendenciero presuntamente artista, sumido en negocios turbios y un manipulador psicológico altamente peligroso al que le encanta sembrar cizaña en aquel turbio ambiente familiar) y Angustias, solterona beata que trata de sostener la moral y la religiosidad de todos ellos de forma estricta y marcial y que en la cinta termina siendo un personaje deslavazado sobre el que faltan demasiadas cosas que contar para poder entender sus reacciones. También habita el piso de la calle Aribau una supuesta criada Antonia y el perro de Román, Trueno.

Las peleas son continuas, el ambiente hogareño es irrespirable, la presión resulta insoportable, las condiciones de vida son míseras y ni hay agua caliente para poder ducharse en un inmueble en el que se come poco y se pelea constantemente con cualquier excusa. Andrea se asfixia allí y necesita la libertad que siente paseando libre y pacíficamente por una Barcelona que adolece ser muy de cartón piedra en la cinta de Neville y que acaba resultando increíble.

Tan sólo su amistad pura y sincera con una compañera de la Facultad, Ena, logra evadirla y le otorga un poco de luz blanca entre tanto negro. Pero ambos mundos van a acabar por cruzarse y ya “Nada” va a volver a ser igual.

Demasiada novela para tan escaso metraje y falta de pretensiones.
Sergio Berbel
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