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Voto de Sergio Berbel:
8
Drama Cabiria es una prostituta que ejerce como tal en uno de los barrios más pobres de Roma. Sueña, sin embargo, con encontrar el amor verdadero, un hombre que la aparte de la calle y a quien pueda entregarse en cuerpo y alma. Su bondad y su ingenuidad la convierten en víctima propicia de sucesivos vividores que se aprovechan de ella, le roban y la golpean. A pesar de sus fracasos, recobra la esperanza una y otra vez. (FILMAFFINITY)
22 de diciembre de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he sostenido la tesis de que Federico Fellini hubiera sido uno de los mejores cineastas de la historia del cine si no se hubiera dejado llevar en demasía por un universo personal demasiado grandilocuente que acaba contaminando la credibilidad y el realismo de su cine. “Las noches de Cabiria” es un perfecto ejemplo de ello, al conformarse con una parte del mejor neorrealismo italiano pero tocado por esa irrealidad circense y excesiva que lo caracteriza (aquí no hay circo pero hay magia de por medio).

Sus 80 primeros minutos, a pesar de traslucir un evidente compromiso social, a pesar de la denuncia valiente de las condiciones de las mujeres que ejercían la prostitución en la Italia de los años 50 en mitad del escombro material y humano de los barrios marginales, se dejan ir anárquicamente a través de paseos excesivos y barrocamente alambicados de Cabiria, su protagonista, por la noche romana, algo tan imprescindible en su cine. Pero hay que esperar a su última media hora para entender que la calidad y la profundidad dramática se hace esperar y resulta ser el premio para el espectador paciente, porque es en su tramo final donde se desarrolla la almendra de la tragedia que se nos narra y se hace de forma desgarradora dejando huella.

Es evidente la conexión de ese tramo final de “Las noches de Cabiria” con una de las más grandes obras maestras de nuestro cine, apenas estrenada un año antes: “Calle Mayor” de Juan Antonio Bardem. Lo mejor que Fellini deja para el final ocupa la totalidad de una de las más grandes películas de la historia del cine, firmada por nuestro Bardem. Y esa última media hora lo redime todo y lo eleva hasta altas cotas cinematográficas, dejando atrás los excesos fellinianos para contarnos un drama creíble y trascendente.

Giulietta Masina, esposa del propio Fellini, se permite un recital interpretativo antológico apareciendo prácticamente en todos los planos de la cinta y sosteniendo a pulso toda la narración y el metraje de este paseo por los infiernos (entre ricos y entre pobres) de una prostituta que va siempre buscando el amor que redima su vida y le permita cambiar de profesión.

Si a ello le sumamos la partitura del genial Nino Rota y la fotografía de Aldo Tonti, el guiso es obvio que resulta exquisito, obteniendo el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa en 1957.
Sergio Berbel
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