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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
7
Terror. Ciencia ficción Los cadáveres de una morgue inglesa próxima a una abadía de Manchester vuelven a la vida a causa de un experimento del gobierno que utiliza ultrasonidos para combatir la contaminación. Pero el experimento consigue también que los insectos de la zona enloquezcan y se devoren unos a otros. Al mismo tiempo, los muertos salen de sus tumbas con hambre y sed de venganza. (FILMAFFINITY)
10 de marzo de 2009
58 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal vez catalogarla como joya de filmoteca resulte excesivo pero no creo que ningún conocedor de la peli de Grau pueda negarme un dato irrebatible: “No profanar el sueño de los muertos” constituye un magnífico paradigma de aquel cine que durante los últimos estertores del franquismo consiguió esquivar los tentáculos del destape y del compromiso sociopolítico para ofrecernos una alternativa cinematográfica distinta. La del cine de género.

Porque si bien es cierto que el cine de terror hispano contaba ya por aquellos entonces con una arraigada tradición en productos de serie B (León Klimovsky, Jesús Franco, Amando de Ossorio...), la peli de Grau constató que con un poco de esmero y entusiasmo podían conseguirse mayores objetivos. Suficientes, al menos, para poder rivalizar con prestigiosas productoras como, por ejemplo, la Hammer. Y si no, a las pruebas me remito. “No profanar el sueño de los muertos” arranca de forma algo irregular, de acuerdo, pero cuando empiezan a aparecer muertos vivientes en ese oscuro y neblinoso paisaje inglés la escrupulosa sensación de estar viendo una coproducción hispanoitaliana desaparece por completo.

Espero y deseo, sin embargo, que a nadie le defraude su condición de secuela. “No profanar el sueño de los muertos” bebe de “La noche de los muertos vivientes”, la mítica cinta de Romero, pero en ningún momento se limita a sobrescribirla. Es más, la peli de Grau cuenta con ciertos detalles que la hacen única, como ese omnipresente y profético alegato ecologista o ese conflicto generacional latente entre dos formas de ver la vida diametralmente opuestas: la del infame inspector McCormick (encarnado por el siempre solvente Arthur Kennedy) y la de George, el joven anticuario hippy (Ray Lovelock).

Por lo demás, nada que no podamos encontrar en cualquier peli del terror al uso: tensión correctamente administrada, un par de sustos bien dados, algún desnudo (gratuito, eso sí), buenas dosis de casquería y final sorpresa en toda regla.

Ideal, como diría un buen colega alicantino de esta página, para disfrutar de una “noche de lobos” cojonuda. Palabra.
Taylor
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