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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
8
Drama Delft, Holanda, 1665. Griet entra a servir en casa de Johannes Vermeer, el cual, consciente de las dotes de la joven para percibir la luz y el color, irá introduciéndola poco a poco en el mundo de su pintura. Maria Thins, la suegra de Vermeer, al ver que Griet se ha convertido en la musa del pintor, decide no inmiscuirse en su relación con la esperanza de que su yerno pinte más cuadros. Griet se enamora de Vermeer, aunque no está segura ... [+]
2 de febrero de 2010
56 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dejando de lado su impecable puesta en escena y su cuidada y minuciosa ambientación, lo que más me ha fascinado de “La joven de la perla” es la extraordinaria simbiosis que Webber consigue establecer entre su propio film y el peculiar microcosmos de Vermeer de Delft. Una simbiosis que permite al espectador franquear el mágico y enigmático umbral de sus lienzos y conocer así, ‘in situ’, ese universo de luz, colores, texturas y veladuras tan característico en la pintura del genio holandés.

Me gustaría apuntar, asimismo, que la clave de la coherencia y la verosimilitud de esta peli estriba -a mi juicio- en la renuncia total y absoluta a cualquier tipo de pretexto sentimental o melodramático. Que nadie espere en “La joven de la perla”, pues, ningún tórrido romance entre el célebre pintor y su modelo ocasional. Y mucho menos alguna escenita de alto voltaje erótico. Que nadie lo espere porque por ahí no van los tiros. Fundamentalmente porque Webber no incurre en el error típico de Aranda (embutir sus pelis de época de absurdas secuencias eróticas que no vienen a cuento) y prefiere subordinar toda la tensión sexual latente (que la hay) a la platónica complicidad entre Vermeer (Firth) y Griet (Johansson). Entre el maestro y su musa.

“La joven de la perla” constituye, en definitiva, una modélica, estimulante y didáctica propuesta que desde hoy mismo forma parte ya de mi pinacoteca cinéfila particular y que recomiendo encarecidamente ver a todos aquellos que tengan el más mínimo interés por la pintura. Bueno, y a los admiradores de la Johansson también, claro. Porque aunque cacho no enseña, hay que reconocer que en esta ocasión sale muy mona ella. Mucho más que la chica del cuadro. Palabra.
Taylor
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