Increíble pero cierto. Más de 30 años han tenido que transcurrir para que el menda se decidiera a visionar, por primera vez, “Star Wars”. Posiblemente, la peli-estandarte más significativa de mi generación. La misma que la de CuchiCuchi, por cierto. Aunque yo no la denominaría, como hace él, Generación C. C de cutre. Eso no, por Dios. La denominaría, en todo caso, Generación I. De ingenua, inocente e idealista. Y en esos atributos, precisamente, voy a basarme para defender las nueve estrellitas que le he adjudicado a la peli de Lucas. Una peli con la que ningún integrante de mi generación puede ser completamente objetivo. Ni tan sólo los que, como yo, la hemos visto por primera vez de adultos.

Y es que sólo existen dos formas de disfrutar una peli como “Star Wars”, amigos. De niño o con ojos de niño. Tan sólo así seremos capaces de obviar el candor de Luke, la chulería de Han Solo o las ensaimadas tapaorejas de la princesa Leia para centrarnos, de inmediato, en lo que verdaderamente importa. Y eso comprende -entre otras cosas- su enorme capacidad de entretenimiento, la trascendencia de su leyenda, el excelente estado de forma de sus efectos especiales, su irreprochable pulso narrativo y una banda sonora absolutamente memorable. Aspectos, todos ellos, que convierten la peli de Lucas en uno de los más grandiosos epítomes del cine de sci-fi y/o aventuras de todos los tiempos.

Y ya por último, una consideración. La plebe cinéfila no es tonta, señores. No en términos generales. Y cuando una peli tan comercial como “Star Wars” ha demostrado sobradamente tener la capacidad de “captar” a tantos futuros cinéfilos es que algo especial tendrá. Digo yo.

Próxima entrega, "Ran", de Akira Kurosawa.