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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
8
Drama Adaptación de un libro de John Carlin (Playing the enemy). En 1990, tras ser puesto en libertad, Nelson Mandela (Morgan Freeman) llega a la Presidencia de su país y decreta la abolición del "Apartheid". Su objetivo era llevar a cabo una política de reconciliación entre la mayoría negra y la minoría blanca. En 1995, la celebración en Sudáfrica de la Copa Mundial de Rugby fue el instrumento utilizado por el líder negro para construir la unidad nacional. (FILMAFFINITY) [+]
3 de febrero de 2010
149 de 181 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con casi 80 tacos y un buen puñado de muescas en el revólver (“El jinete pálido”, “Los puentes de Madison”, “Sin perdón”, “Mystic River”, “Gran Torino” y las que me olvido) supongo que al viejo Clint se la tiene que traer más bien floja lo que algunos, en estos momentos, puedan decir de él. Demasiados años y pelis han pasado ya para que Sansón Eastwood (su primer apelativo en Hollywood) vaya a inmutarse ahora ante la sarta de chorradas de quienes, a buenas horas, pretenden desprestigiar su calidad artística y humana.

Y aunque a mi, personalmente, me importa más bien poco el número de hijos ilegítimos y la cantidad de rubias a las que se habrá podido cepillar este portento de hombre durante toda su vida, lo que sí me jode -y mucho- es que, a estas alturas, alguien ponga en entredicho su talento. Entre otras muchas cosas porque no es de recibo machacar a un cineasta por la sencilla razón de que no ha respondido a las expectativas. ¿Expectativas? ¿qué expectativas? ¿estamos hablando del tipo que el año pasado firmó “Gran Torino”? ¿o estamos hablando de un novato al que le sonó la flauta en su debut y debe reivindicar su valía? ¡Pero si seguir trabajando con 80 tacos ya es un puto milagro, coño! Yo flipo, en serio. Flipo porque no entiendo cómo se puede condenar una peli técnica y narrativamente impecable y sigo flipando porque tampoco entiendo qué tiene de malo apelar a la fibra sensible (e incluso a la épica) si lo que se pretende y se consigue, además, es construir un sincero, emotivo y merecidísimo homenaje a Nelson Mandela. Un homenaje cuyo presunto delito -agárrense- radica en recurrir a lo fácil, idealizar en exceso al prota y otorgarle demasiado protagonismo al rugby. Chorradas, chorradas y más chorradas. Intentaré explicarme.

Considero, en primer lugar, que reprobarle a Eastwood su simplicidad es una verdadera estupidez. Sobre todo porque de todos es bien sabido que a quien se le achaca tal defecto es un cineasta que siempre ha huido del artificio y la virguería y que siempre ha optado por una caligrafía cinematográfica absolutamente inteligible y diáfana.

En cuanto a lo de idealizar a Nelson Mandela, más de lo mismo. Yo diría, incluso, que hacerlo es casi casi una necesidad. Un acto reflejo natural e inevitable. Y si no que alguien me diga qué político o estadista actual le llega a este hombre a la suela de los zapatos.

Pero si algo me parece verdaderamente de chiste es que se le recrimine a la peli de Eastwood un excesivo protagonismo deportivo. Me parece de chiste porque quien no haya pillado la metáfora del rugby y no la haya sabido extrapolar a la situación política y social de aquellos turbulentos años en Sudáfrica es para darle de ostias hasta en el carnet de identidad. Con perdón.
Taylor
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