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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
8
Terror Las radiaciones procedentes de un satélite provocan un fenómeno terrorífico: los muertos salen de sus tumbas y atacan a los hombres para alimentarse. La acción comienza en un cementerio de Pennsylvania, donde Barbara, después de ser atacada por un muerto viviente, huye hacia una granja. Allí también se ha refugiado Ben. Ambos construirán barricadas para defenderse de una multitud de despiadados zombies que sólo pueden ser vencidos con ... [+]
18 de marzo de 2011
33 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente siempre seré un poquito inocentón. Pero si existe de verdad una peli que pueda simbolizar, de algún modo u otro, la definitiva pérdida de mi inocencia como cinéfilo barbilampiño esa es —sin lugar a dudas— “La noche de los muertos vivientes”. La primera peli de terror (junto a “Psicosis”) que me jiñó de verdad y la primera de este género (junto a “Psicosis” también) que me abrió los ojos y me reveló la existencia de una especie de jerarquía cinematográfica uno o dos peldaños por encima de la Hammer. Hasta ese momento, mi única referencia en materia terrorífica.

Lo más curioso del caso es que, según tengo entendido, “La noche de los muertos vivientes” también marca un antes y un después en la historia del género. Y aunque dicha afirmación la considero categórica en exceso, lo que sí tengo muy claro es que la peli de Romero es una de las primeras que rompe con el viejo esquema del “happy end” y una de las primeras que se atreve a concluir con un mensaje de fondo absolutamente desolador. Dando a entender, en cierto modo, que esa vieja fórmula de antaño (desempeñada, sobre todo, por las pelis de terror gótico) parecía fatalmente predestinada a desaparecer del todo.

Obviamente, eso no ha sucedido. Al menos, unánimemente. Muchas pelis de terror actuales continúan gozando de un desenlace más o menos feliz. Pero también es verdad que un elevado porcentaje acaban mal o, cuanto menos, de forma incierta. Algunas veces para dejar abierta la opción a una posible secuela y, otras veces, para finiquitar con un ambiguo y abrupto golpe de efecto una historia errática, absurda o —sencillamente— mal contada.

No es el caso, naturalmente, de “La noche de los muertos vivientes”. En primer lugar porque su look semidocumental en b/n le concede toda la verosimilitud posible a un argumento (en concreto, el de la conversión de los muertos en zombies) absolutamente fantástico. Y, en segundo lugar, porque la tensa y claustrofóbica atmósfera que Romero consigue imprimirle a su peli favorece y justifica un desenlace despiadadamente fatídico. Un desenlace que, reitero, significó el final de mi etapa cinéfiloinfantil y proclamó, al mismo tiempo, el ascenso definitivo de un género que —salvo honrosas excepciones— siempre había jugado en 2ª división.
Taylor
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