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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
9
Bélico. Aventuras Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un grupo de prisioneros británicos son obligados por los japoneses a construir un puente. Los oficiales, capitaneados por su flemático coronel, se opondrán a toda orden que viole la Convención de Ginebra sobre los derechos y las condiciones de vida de los prisioneros de guerra. (FILMAFFINITY)
4 de mayo de 2010
113 de 169 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los detractores de “El puente sobre el río Kwai” suelen expresar su enorme e injustificada desconsideración hacia esta grandísima peli reprochándole, fundamentalmente, dos aspectos: su desmesurado chauvinismo y su impúdico desdén hacia el pueblo nipón. Pues bien, como no podía ser de otra manera, intentaré centrar mi comentario en rebatir esos endebles y ridículos argumentos. Con uñas y dientes si es necesario. Que nadie se extrañe, pues, si esta vez renuncio a proclamar las innumerables virtudes que atesora esta peli y me limito a refutar esos presuntos y muy discutibles puntos flacos. Hoy toca defender a Lean y no habrá tiempo para florituras. Disculpadme: voy a por el mono de trabajo y vuelvo en un periquete.

Como iba diciendo, el hipotético talón de Aquiles de esta peli residiría -según sus viles y arteros querellantes- en su exagerado patrioterismo. Un exagerado patrioterismo que, unido a ese figurado desprecio a la cultura e idiosincrasia nipona, convertiría la peli de Lean, a su vez, en un auténtico monumento a la arrogancia, a la intransigencia, al fanatismo, a la xenofobia y -por qué no decirlo- al imperialismo británico. Pues bien, ya me disculparéis porque, por muchas vueltas que le dé, no observo nada de eso en “El puente sobre el río Kwai”.

Observo, eso sí, que uno de los personajes principales (el Coronel Nicholson) es un hombre obstinado. Un hombre intransigente y tozudo capaz de seguir el código castrense hasta sus últimas consecuencias. Un hombre capaz de resistir varios días en un cubículo de lata expuesto a pleno sol, sin apenas comer ni beber, con tal de salirse con la suya. Un hombre capaz de reclutar obreros entre los enfermos y heridos y obligarlos a trabajar de sol a sol para ver cumplido su objetivo. ¿Es el Coronel Nicholson un héroe? ¿un superhombre? ¿un ser superior? No, señores. Nada de eso. Nicholson es un hombre desquiciado. Un loco. Un hombre cuya obsesión por mantener la moral alta de su tropa no consigue ocultar esa estrechez de miras que le caracteriza. A él y a cualquier soldado que no sepa improvisar y que se limite a seguir a rajatabla todo código o normativa, oral o escrita, que se le ponga por delante. Quizás la genuina flema británica del coronel consiga engañar a más de uno pero reitero lo dicho, señores: Nicholson está como una puta cabra. Una puta cabra que con su patética conducta no hace más que corroborar lo absurda e irracional que es cualquier guerra. ¿Es eso ser chauvinista? ¿Construirles un puente a los japos mientras les silbas la marcha del coronel Bogey? ¡Venga, ya!

(sigue en spoiler sin spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Taylor
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