Permitidme, ante todo, que reivindique el título original de esta peli: “I spit on your grave”. Algo así como “Escupiré sobre tu tumba”. Un título, sin lugar a dudas, mucho más vistoso y contundente que “La violencia del sexo”. Pero, bueno, ya se sabe. Lo de los títulos de las pelis en este país es algo que, verdaderamente, no tiene perdón de Dios. Como atenuante, quizás, el hecho que esta peli fue estrenada en plena transición. Una época de incontrolable despiporre sexual en la que introducir la palabra “sexo” en el título de una peli constituía una especie de cebo absolutamente infalible.

La peli en sí, por otro lado, es flojilla. Lo corroboran sus pésimas interpretaciones (a excepción, quizás, de Camille Keaton), su endeble y manido guión y, por descontado, su mediocre dirección. Pero si he decidido aprobarla es porque, indudablemente, también acredita ciertas virtudes. Entre ellas, sobre todo, el oportunísimo rédito que obtiene de sus referencias más inmediatas (“Perros de paja”, “La última casa a la izquierda”, “Deliverance”…) y, obviamente, de sus prolíficos desnudos. Un recurso muy en boga a finales de los setenta que “I spit on your grave” no duda en explotar sin rubor alguno y que, unido a la tremenda eficacia de sus secuencias más violentas, convierten a la peli de Zarchi en un producto —como poco— aceptable.

Lo que no me parece, en absoluto, es una peli feminista. Y si bien es cierto que los cuatro cenutrios que violan salvajemente a la prota no dejan al género masculino demasiado bien parado, también es cierto que nuestra heroína consuma su despiadada venganza gracias a su nada despreciable poder de seducción. Una táctica para la cual no se necesita, precisamente, una inteligencia privilegiada.

Total, que sí, que quizás la etiqueta de “film de culto” le venga grande, de acuerdo. Pero teniendo en cuenta que “I spit on your grave” no deja de ser un modesto thriller sin demasiadas pretensiones considero, francamente, que solventa la papeleta con cierta dignidad. Un cinco.