Normalmente no suelo ser demasiado quisquilloso con los cabos sueltos. Sobre todo si me topo con ellos en alguna que otra gafapastada cuya faceta estética o visual sea capaz de compensarme dichos inconvenientes. En un thriller o en una peli policíaca, sin embargo, no suelo ser tan tolerante. Y no lo soy porque en una peli de dichas características considero que aspectos tales como el tono, la atmósfera o la propia puesta en escena siempre deberían supeditarse —sine quanon— al propio guión. Un guión que, naturalmente, no sólo debería plantear una buena historia sino que, en la medida de lo posible, también debería desarrollarla de forma clara y precisa. Sin cabos sueltos, vamos.

Obviamente, puedo andar equivocado, por supuesto. Pero lo que tengo muy claro, en cualquier caso, es que son las lagunas argumentales que percibo en “La noche se mueve” las que me impiden disfrutar plenamente de la peli de Penn. Y más teniendo en cuenta que son muchas las virtudes que atesora. Entre ellas, el sobrio y escéptico detective que compone Hackman; el corrupto y desolador entorno que dibuja Penn y, sobre todo, la extraordinaria sucesión de frases lapidarias que se oyen a lo largo del film.

Aún así, lo dicho: percibo cabos sueltos. Y si sois tan amables de acompañarme al spoiler, os los comento.