A ver cómo lo digo. Si hubiese valorado la película en base a su profundidad psicológico o la rigurosidad sociológica con el que aborda las complejidades que supone para una mujer compaginar trabajo y familia, la crítica se hubiese titulado “Tontación en Manhattan”, porque realmente estamos ante un episodio largo de “Sexo en Nueva York” donde la hermana burguesa de Carrie Bradshaw (Katie) es una estrella de las inversiones eclipsada por los hombres de su empresa y lastrada por un reparto asimétrico y falocéntrico de las tareas del hogar. De alguna manera, gracias fundamentalmente a la magia del cine, es capaz de realizar jornadas de más de ocho horas en el trabajo, llevar a los niños al cole, ir al trabajo, recogerlos, regresar a casa, organizar fiestas infantiles, cumplir con las miles de actividades extraescolares, dedicar tiempo a su marido, acostar a sus hijos y dormir ocho horas en las 24 horas que, hasta ahora, tienen los días terrestres. Y en Nueva York, donde las distancias no son las mismas que en Teruel. Y sin usar transporte público. Y viajando por negocios tres días a la semana, según dice. Y todo siempre con una sonrisa.

Con ese planteamiento, “Tentación en Manhattan” se pasea peligrosamente por la frontera de la frivolidad y, según el estado de ánimo, los cientos de miles de madres y padres trabajadores que viven el día a día de la conciliación peleando con problemas de verdad de familias de verdad y trabajos de verdad pueden encontrar insultantes las felices coincidencias con las que a Katie se le resuelven mágicamente los conflictos, el continuo autobombo con el que describe sus tareas más simples y ese tonito de superioridad con el que explica lo bien que funcionan sus trucos de mentira en la ficción.

“Tentación en Manhattan” exige cierta capacidad de disociación para aceptar que es sólo una película ligera y no un documental. Cierto esfuerzo para evitar empatizar y realizar una aproximación al mundo de Katie desde arriba, desde fuera, como un simple conjunto de situaciones forzadas para generar enredos y resultar graciosas. En ese sentido, el formato elegido de punto de vista en primera persona, narración con voz en off, cortes en la acción para insertar testimonios a cámara de terceras personas a conveniencia para reforzar un gag y textos sobreimpresionados para explicar cosas de manera cuqui puede no ser muy académico ni llevar la firma de un genio de los guiones (o, como mínimo, de un guionista de cierto nivel) pero hay que reconocer que hace que la acción discurra de manera ágil y con mucho ritmo. Y, sin grandes momentazos, sí arranca ocasionales sonrisas. Puede que lo que pasa en pantalla insulte la inteligencia, pero ofende con gracia.

“Tentación en Manhattan” es una comedia romántica de las de antes y ejecución convencional. Si analizamos sus encuadres, su fotografía, su escenografía o sus tics, seguro que encontramos coincidencias con decenas de películas de la época. Pero funciona y entretiene. No se puede pasar por alto que un punto a su favor es que se nota que la película ya tiene unos años porque manda un mensaje feminista racional en el que, además de visibilizar los esfuerzos de las madres trabajadoras, las esperables reivindicaciones se centran en la igualdad de derechos y oportunidades, sin el enfoque activista actual de ridiculización del hombre o exigir reparación de afrentas del pasado. Generaliza, reduce y simplifica, pero dentro de límites razonables. Y eso, hoy en día, se agradece.