“Una stripper en tu vida” es el típico producto indie que plantea muchas dudas a la hora de catalogarlo como cine, como telefilm o como película casera. La duda es extensible a toda su familia indepe. Con una puesta en escena de andar por casa y una mezcolanza de tramas sin otro rumbo que el de generar artificialmente conflictos, sólo la intensa presencia de una Kim Catrall en busca de nuevos horizontes tras acabarse el chollo de “Sexo en NY” sin posiblidad de vuelta atrás (a juzgar por lo malamente que terminó en la vida real la relación con sus compañeras) ofrece un motivo de cierta enjundia para darle una pase.

Y, de paso, para constatar que, por lo general, ese cuento indie de que busca hacer un cine libre de ataduras y alejado de los convencionalismos comerciales no es otra cosa que una excusa para tapar una realidad evidente y (para algunos) dolorosa: si las carteleras están siempre llenas «de lo mismo» es porque nadie quiere perder el tiempo y el dinero viendo a unos pobres diablos que no paran de hablar, hablar y hablar de lo complicado que es llegar a fin de mes, de sus traumas infantiles, de sus problemas de salud o de sus líos familiares. Vamos, que hacen lo poco que pueden con los escasos recursos que tienen, pero hacen virtud de la necesidad y aspiran a que se les valore por el esfuerzo empleado o la habilidad en la gestión de esos recursos.

No digo que no pueda resultar entretenido pensar en lo que no hay en la película o hacer elucubraciones de lo que podría hacer el director con otros recursos… pero no va conmigo. Un blockbuster de acción que despilfarre el dinero en estrellitas y explosiones siempre me parecerá mejor (o igual de mala) que una cuidada producción en la que no pasa nada y que sale adelante gracias al sobrehumano y desinteresado esfuerzo de cuatro aficionados. “Una stripper en tu vida” es voluntariosa, pero, objetivamente, digan lo que digan, es un tostón que no pasa de relleno para la sobremesa de un sábado tarde en TVE. Con suerte.