Hace ya tiempo que vengo diciendo que cualquier estudio emprendedor o cualquier productora con ganas de empezar tiene a su alcance hacer una película de animación. El hardware y el software han evolucionado tanto desde las primeras asistencias por ordenador a los dibujantes que un equipo reducido con ganas, esfuerzo y buenas ideas puede hacer grandes cosas con un coste competitivo. El reverso oscuro de que la creatividad esté al alcance de cualquiera es que el mercado de la animación está (a mi modo de ver) algo saturado con producciones de toda índole y calidad. Y, lo que es peor, de las mismas historias contadas una y otra vez con looks y estilismos distintos. El mismo perro una y otra vez con distintos collares y dueños.

“Lórax” es un ejemplo. Un caso de película bien hecha pero con un argumento claramente genérico a pesar del intento de envolverla en una estética colorista y una realidad paralela. Agradable a la vista y entretenida, pero imposible de diferenciar de varias decenas de productos similares salvo por una campaña publicitaria bastante agresiva (y exitosa). Al menos tiene un mensaje optimista y positivo, lleno de buenas intenciones que puedes dejar al alcance de los niños porque no van a salir con ideas extremistas o descabelladas. Un ecologismo razonable, moderado y lecciones sobre la importancia de la amistad y los principios. Se nota que la película tiene ya algunos años en la libertad para desarrollar su concepto sin las cargas inclusivas de tener que poner personajes de tal o cual raza, género o identidad.

Sin ideologías ni cosas raras, no destaca ni es un título imprescindible, pero es una opción familiar para una tarde de finde cuando la echen en algún canal de TV.