Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Voto de OsitoF:
2
Romance. Drama La historia tiene lugar en el siglo XIX y explora las relaciones entre los miembros de la alta sociedad rusa. Ana Karenina, una mujer de la alta sociedad que se enamora del joven y apuesto oficial Vronski, abandona a su esposo y a su hijo para seguir a su amante. Nueva adaptación de la novela de León Tostói. (FILMAFFINITY)
28 de marzo de 2013
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigo pensando que Kiera Knightley se siente perseguida por el fantasma de “Piratas del Caribe”, una especie de manía obsesiva que hace que se sienta sucia, impregnada de microorganismos de cine comercial y que piensa que tiene que hacer penitencia participando en películas tostones, de las que llenan salas sólo con público de más de 50 años. No es de extrañar, por tanto, que Joe Wright; el frío, anodino y pelmazo Joe Wright; el funcionario-director Joe Wright, la haya elegido como su musa y, siempre que puede la meta de protagonista. Allá ellos, si se lo pasan bien y se ganan bien la vida así, pues estupendo… pero a mí no me vuelven a engañar.

Para quien no haya visto aún esta “Anna Karenina”, cuidado, ojito, alerta, hay que avisarle de que no se trata de una adaptación al uso de la inmortal obra de Tolstoi, sino una revisión vanguardista e incluso experimental en la que se nos invita a ser espectadores de una obra teatral con mucho concepto: las localizaciones son conceptuales, los palacios son conceptuales, los cuchitriles son conceptuales… invitando (a quien se deje) a rellenar los huecos con su imaginación o su voluntad. La apuesta es atrevida y arriesgada y hay que entenderla como un intento de evitar hacer lo mismo de siempre con más presupuesto, mejores vestuarios y caras más conocidas (admirable) pero se queda en eso, en apuesta. Todo el vanguardismo no es más que una excusa para contar una vez más lo mismo de siempre y dejar que Knightley y Jude Lae intenten lucirse sin nada que les haga sombra. Wright no quiere contarnos una historia (de hecho parece no ser consciente de que lo que tiene entre manos es un Clásico y no una fotonovela de Corín Tellado) solo que veamos su talento para teatralizar en cine una obra literaria.

Así que para mejorar (juas) la novela, Wright nos mete en una estética “Moulin Rouge”, irreal, donde no parece existir un dónde o un cuándo, todo luz y color combinada con “Dogville”, donde muchos elementos tienen que ser imaginados por el espectador. Pero si en aquellas, sus arriesgadas puestas en escena eran un medio para potenciar las historias, en “Anna Karenina” la estética es un fin en sí misma y lo único que parece dar sentido a la película, toda vez que el montaje es pastillero total: corta, pega, una mirada fugaz, luz, una carcajada, un payaso toca el trombón, un baile, un grito de oscura pasión, la muerte me llama, el vapor de un tren, el aire en los abedules, corto, una lágrima… O sea, un flipe rococó, un colocón barroco que aburre al cabo de tres escenas, cuando te das cuenta de que has pagado nueve pavos para ver una mezcla de anuncios raros de perfume.

Wright juega a que los protagonistas de la película sean el amplísimo repertorio de mohínes y lágrimas de Kiera, lo feo que es Jude Law de calvo y lo genial que es su mano al coreografiar y trasladar a metáfora tantas localizaciones en tan poco espacio físico… pero le sale mal: la película es una completa farsa, absolutamente hueca en el fondo en cuanto penetramos en la capa de fuegos artificiales. Dos momentos son determinantes para desenmascarar al criminal y no dejarnos engañar: la carrera de caballos simbólica (menos mal que no hizo con un tiovivo, porque habría sido el descojone padre) y el ‘apalabrados’ que se marcan entre Kitty y Slevin para decirse que se aman, que es lo más hortera y ridículo que se ha visto en mucho tiempo; la cara de estreñimiento del pelirrojo mientras la chica coloca letras esconce un profundo sentimiento de vergüenza por participar en esta patochada. Yo personalmente me descojonaba imaginándome en su lugar y juntando las letras para escribir “¿Pero qué me estás narrando, muchacha?”.

Sigo sin creerme que le haya puesto un dos a esta película, pero se lo merece. Por pedantes, por listos, por querer quedar por encima del libro, porque no todo vale para llamar la atención, porque hacer cine aburrido no significa que seas mejor actor, actriz o director. Y si a alguien le sienta mal, que se piense que no es un dos-dos, es un concepto de dos, un dos simbólico.
OsitoF
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow