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Voto de Felipe Larrea:
4
Comedia. Romance. Fantástico Un escritor norteamericano algo bohemio (Owen Wilson) llega con su prometida Inez (Rachel McAdams) y los padres de ésta a París. Mientras vaga por las calles soñando con los felices años 20, cae bajo una especie de hechizo que hace que, a medianoche, en algún lugar del barrio Latino, se vea transportado a otro universo donde va a conocer a personajes que jamás imaginaría iba a conocer... (FILMAFFINITY)
12 de junio de 2011
148 de 221 usuarios han encontrado esta crítica útil
La entrada de Woody Allen en el panteón de los dioses crea situaciones embarazosas a la hora de evaluar su último cine. La mayoría del público se desnuca mirando hacia la atalaya en la que lleva unos años acomodado, bien ensalzándole por el mero hecho de devolverle el favor de haber escrito algunas páginas gloriosas del séptimo arte, bien por una actitud de nula exigencia hacia su obra o bien por la inercia acrítica de quienes se conforman con opinar lo que diga la rubia, digo el crítico. Nos encontramos ante la decadencia de un clásico en vida, esa complicada condición en la que la condescendencia y el esnobismo se vuelven moneda de cambio habitual.

El fondo de sus grandes películas aborda las relaciones humanas en toda su complejidad, a veces en plan liviano y otras con cierta gravedad, mientras los rasgos formales suelen concentrarse en el periplo de un tipo tartamudo e ingenioso, una amalgama de señoras y caballeros de bolsillo abultado que verbalizan todo lo que les pasa por la cabeza, alguna pullita al paletismo supuestamente inherente a los votantes republicanos y bellas estampas de las ciudades más románticas y cosmopolitas del mundo, todo ello engalanado con referencias culturales de alto nivel. Esto era hasta hace unos años, porque ahora ya no hay fondo, solo estos rasgos formales.

La consecuencia principal de que Woody Allen se haya convertido en un imitador de Woody Allen es que "Medianoche en París" parece un "Torrente" no ya para esnobs, sino todavía peor, para pringaos que quieren ser esnobs. Así lo atestigua la retahíla de cameos insustanciales (hola Carla Bruni, hola Adrien Brody) y las referencias culturales anecdóticas colocadas a huevo para que el aspirante a listillo se sienta realizado al reconocer a los artistas de principios del siglo XX que pululan por la pantalla sin aportar nada que se aleje mínimamente del tópico. Se trata por tanto de pensar "qué gracia, si es Buñuel", en lugar de pensar "qué interesante es el personaje de Buñuel". Ni siquiera los personajes principales están bien perfilados. No lo digo por Owen Wilson, cumplidor y majete en su labor de alter ego de Allen, sino por la novia, los padres de esta y el repelente personaje de Michael Sheen, todos ellos caricaturas que invitan a desempolvar la guillotina.

No puedo hablar de decepción, porque daba por hecho que estaba sobrevalorada, pero me esperaba algún destello de los buenos tiempos,sobre todo ahora que andaba deslumbrado con la fuerza de su talento en "Delitos y faltas". Procederé pues a comerme con patatas mis siete euros y a pensar en Allen en pasado en lugar de en presente. Con un cine como este, es normal que se muestre más pesimista que nunca en las pocas entrevistas que concede, porque seguramente es el primero que sabe que se ha dejado vencer por la pereza y que sus últimas entregas no son más que alpiste para los conversos. Si no dedica un mínimo de dos años a cada película, podemos ir despidiéndonos del genio.
Felipe Larrea
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