Pasa la vida, igual que pasan los diferentes coches, los amigos y enemigos. Todo cambia pero lo que permanece firme siempre es el amor.
El amor puro y sincero que aguanta los desplantes y las malas maneras, que disculpa todo, que no lleva las cuentas del mal, que vence el mal a fuerza de bien.
La vida de este conductor es un reflejo de lo que leemos en los grandes libros de la historia de la humanidad, lo que el apóstol Pablo le escribía a los Corintios.
Es bonito, aunque no del todo claro para el espectador poco observador, ver cómo marca la película los cambios de época y el paso de los años con la evolución de los coches que se usan en la película.
El maquillaje de Dan Aykroyd deja bastante que desear. Las caras de Freeman al principio de la película, así como la escena del ascensor justo antes de conseguir el trabajo de conductor son momentos simpáticos de la película.
spoiler:
Sólo añadir que la traducción al castellano del término "driving" por "paseando" hace perder contenido al título original de la película. El bueno de Freeman no sólo conduce un coche por las calles, sino a Miss Daisy hacia caminos de mejores sentimientos más allá de la lucidez mental.