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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
6
Intriga. Drama Aristides Leónides es el patriarca de una adinerada familia de origen griego que será asesinado poco después de que su nieta presente a la familia a su prometido, hijo de un detective de Scotland Yard, que será quien deberá resolver el crimen. Adaptación de la novela de Agatha Christie. (FILMAFFINITY)
23 de abril de 2018
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribía a propósito de la versión Branagh de Asesinato en el Orient Express que tía Agatha es inmortal, y su reinado se extenderá durante largos siglos. No sólo no ha pasado al baúl de los recuerdos, sino que está más presente que nunca. Ahora mismo, en un pequeño teatro de Barcelona, se representa cada día su obra La visita inesperada, drama de intriga con seis décadas a sus espaldas. Hasta el momento ha acogido a 12.000 espectadores, y los que irán... Por más que el merluzo de Ramón de España vaya cacareando en El Periódico que Christie está apolillada y La casa torcida es una memez.
Una enorme mansión inglesa, tal como la imaginamos todos: gigantesca, gótica, tenebrosa, llena de recovecos y pasiones encontradas. El patriarca de la familia Leonides, espabilado emigrante griego que amasó una fortuna colosal, muere en extrañas circunstancias. Su nieta favorita, descontenta con el diagnóstico inicial, contrata a un detective privado, con el que había tenido un affaire en El Cairo, para que investigue el posible asesinato, antes de que llegue la policía y estalle el escándalo en la prensa. El joven investiga, interroga, se pasea por la casa, observa y barrunta: todos podrían ser sospechosos, todos tenían motivos para acabar con el jefe del clan, siendo el dinero el principal motor de la tragedia.
Sí, no es cine negro. Sí, es un whodunit. ¿Y qué? Tal vez sea una de las mejores novelas de la sin par maestra británica, que el francés Gilles Paquet-Brenner convierte en un análisis despiadado de una clase hundida en la mierda hasta las cejas. Bajo el mismo techo conviven: la segunda esposa del finado, unas cuantas décadas menor que él, ex corista en Las Vegas; la hermana de la primera esposa de Leonides; Roger, el hijo mayor, presidente de una empresa en bancarrota, dominado por su mujer; Philip, el segundo hijo, un inútil casado con una aspirante a actriz que se pasa la trama declamando como si estuviera en el escenario; Lawrence, el preceptor de los nietos, posible amante de la ahora viuda; los tres nietos, de edades entre los veinticinco y los doce años. Y la tata. La investigación del joven detective, Charles Hayward, dejará al descubierto los lazos de odio y resentimiento que unen a tan retorcida familia, conformando un retrato muy poco placentero de esa clase social plagada de parásitos a la que pertenecen. Las dos horas de metraje pasan como una exhalación. La cámara se mueve con agilidad por los largos pasillos y las gigantescas estancias, analiza a los sospechosos, se recrea en sus excentricidades. Entre el reparto hay un poco de todo. Glenn Close domina la función, por supuesto, y Terence Stamp impresiona en sus escasas escenas. A Julian Sands le ha ido creciendo la nariz todavía más, Gillian Anderson se aleja cada vez más de Expediente X, y Stefanie Martini es una cara nueva y fresca. En cuanto al prota, Max Irons, bien, con ese apellido todo el mundo sabe quién debe ser. Es alto, caramba, y guapo, pero carece del morbo del padre. Habrá que esperar a que madure.
En suma, una buena, decente distracción, tan encomiable hoy como cuando fue escrita, en 1949.
Eduardo
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