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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
7
Comedia Un infeliz gendarme, fiel cumplidor de su trabajo, se enamora perdidamente de una prostituta a la que detiene en una redada. Por ella dejará su trabajo, se enfrentará al chulo que la explota y, gracias a un golpe de suerte, se convertirá en el nuevo matón del pintoresco barrio de "Les Halles", el mercado de abastos de París. A partir de ese momento, aunque con ciertos escrúpulos, vive de la chica, que lo considera su nuevo protector, y ... [+]
17 de marzo de 2020
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las actividades que me he propuesto para este infausto período de confinamiento obligado es la revisión de clásicos. Me rondaba por la cabeza empezar con Uno, dos, tres, pero mi consorte insistió en Irma la Douce. Intrigado por la nota relativamente baja que le había otorgado en su momento, acepté sin más. Ya sabemos que estas revisiones pueden conllevar sorpresas, como así fue. De entrada, constaté que es una película nauseabundamente machista, sexista y patriarcal. Si las de #MeToo se enteran, exigirán arrojar a la pira todas las copias existentes, y eso porque Wilder ya no está con nosotros, porque ardería con ellas. El segundo problema me intriga en un maestro de su categoría: es demasiado larga, las situaciones se repiten hasta la saciedad y se alargan de forma innecesaria. Con 20 minutos menos, habría quedado más arregladita. Imagino a ese par de misóginos inveterados, Wilder y su adlátere en tantos guiones, I.A.L. Diamond, frotándose las manos mientras escribían el libreto. O sea, una puta lo que quiere es que su chulo vista de coña, utilice los mejores perfumes, pise fuerte a su alrededor para dejar claro que le pertenece, y todas esas zarandajas. Ahora bien, lo que desea una puta, en el fondo, es ser esposa y madre, que la vida está muy achuchá. Por supuesto, las situaciones de comedia están bien orquestadas, de manera brillante en ocasiones, pese a esos bucles que ya he mencionado. André Previn compone una banda sonora muy parisina, o sea, acordeones por un tubo, la dirección artística de Alexandre Trauner es impecable, y el gran Joseph LaShelle brinda una paleta de colores abigarrados al recrear un París que sólo existía en la imaginación de sus creadores. Shirley MacLaine borda su papel de puta tontorrona pero de buen corazón (su gran especialidad), y aparece sexy en no pocas escenas. ¿Qué decir de Jack Lemmon? El actor fetiche de Wilder, en un doble papel, se muestra seguro de su arte, en plenitud de condiciones. Lou Jacobi, Moustache, está a punto de robar la función a la pareja. Cada aparición suya me daba ganas de aplaudir.
Después de todo lo dicho, es fácil deducir que hoy no podría rodarse esta historia tal como lo hizo Billy Wilder, a menos que alguna avispada feminista (¿Greta Gerwig, tal Vez?) le diera la vuelta como un calcetín. Cosas más difíxiles he visto. Para completistas, a ver quién reconoce a un jovencísimo James Caan, en su primera aparición en pantalla grande.
Eduardo
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