Transcurre en una Barcelona de cartón piedra que quiere plasmar el Raval (supongo). Adolfo Celi y Al Lettieri son catalanes, así como Ferdy Maine, lo cual ya es el colmo. Peter Sellers, en una de las peores interpretaciones de su errática carrera, es algo así como un torero cantante que no sobreviviría ni dos minutos en manos de las turbas enfurecidas. Britt Ekland es..., pues eso, una muñeca pá jugá, a condición de que mantuviera la boca cerrada (para hablar). Y la película, un penoso frenesí de chacotas y gags monstruosamente carentes de humor cuya existencia uno no acaba de entender. Qué cosas se ruedan a veces, sabiendo de antemano que van a perder hasta la camisa.