Waterboys es una agradable road movie producida entre Holanda y Gran Bretaña. Un escritor de novela negra, Victor, cuyo héroe de ficción es un policía de Edimburgo, es invitado a visitar la ciudad para rendirle homenaje, ya que sus novelas han contribuido a dar publicidad a la hermosa capital de Escocia. Victor está pasando por un mal momento: su mujer le ha abandonado, sospechamos que debido a cierta propensión a encamarse con la primera que se le cruza en el camino, y no se lleva bien con su hijo. Zack toca el violoncelo y también ha sido abandonado por su novia, igual que su padre. Victor decide invitar a su hijo al viaje a Edimburgo, con el fin de no ir solo y tratar de reconciliarse. Además, Victor es un fan de los Waterboys, el mítico grupo de dicha población, en activo desde 1983 y sin prevista fecha de caducidad, y espera asistir a uno de sus conciertos durante su estancia. La película narra lo que acontece en ese viaje con humor y ternura, pero sin sensiblería. Los personajes son convincentes, los diálogos inspirados, las situaciones verosímiles. Westdjik evita caer en la sacarina y procura mostrar a sus criaturas en todas sus contradicciones y ambivalencias. Los actores aportan un toque de veracidad al conjunto, la cámara se mueve con fluidez y, evidentemente, las canciones de The Waterboys acaban de trenzar la narrativa, Suenan títulos tan míticos como Don't Bang the Drum, This Is the Sea y The Whole of the Moon, entre otros, y es imposible resistirse a la fuerza de la banda.
En suma, una buena comedia con toques dramáticos, especialmente recomendable para amantes de The Waterboys. Y si no sois fans, ya me lo contaréis al final de la película.