La 2 habrá comprado un lote, a precio de saldo, de péplums que va emitiendo por las mañanas y por las tardes, lo cual permite llenar algunos huecos que, dicho sea de paso, ya estaban bien como estaban. A priori, Revak presentaba cierto interés por ser una cinta de Rudolph Maté, gran director de fotografía y realzador irregular, al que se deben títulos famosos como Horizontes azules, Con las horas contadas, Cuando los mundos chocan o El león de Esparta, otra de falditas y precursora de 300. Revak, digámoslo ya, es una película muy aburrida, con más diálogos (ñoños) que acción, y cuyo único aliciente, por llamarlo de alguna manera, es ver a Jack Palance en calzoncillos, haciendo sus muecas habituales. Realmente, si no fuera por el cariño que despierta en mí su papel en Raíces profundas, sería para darle de bofetadas. También tiene miga su relación con la noble cartaginesa Cherata, que lo adquiere para, ejem, alegrar su lecho. Guy Rolfe es el malo malísimo, que al final se lleva su merecido, porque en aquellos lejanos tiempos todo el mundo sabía que el villano palmaba. Así, entre parlamentos almibarados, batallitas de tres al cuarto, la aparición de un sosias de Sabú que acaba de rematar la jugada, y decorados de cartón piedra discurre la (escasa) acción y hunde la película en una plácida somnolencia. Para coleccionistas acérrimos.