Me gustan las rarezas, ya lo he escrito en alguna ocasión. Me enteré de ésta gracias a José María Latorre, desde las páginas de Dirigido, de modo que la encargué a mi camello habitual (de Latorre me fío casi siempre). Y no me decepcionó. Fijaos en el reparto: Cotten, mejor que nunca; Caron, poco antes de aterrizar en Un americano en París, casi una premonición de Renée Zellweger, boca golosa incluida; Stanwyck, bitchy bitchy; Calhern, tan elegante y dipsómano como siempre; De Santis, la encarnación del mayordomo siniestro y lujurioso... Los demás secundarios, muy en su punto. Se trata de un melodrama con su punto de intriga, la pobre huerfanita (Caron) a punto de perder su legítima herencia a manos de la pareja malvada (Stanwyck & De Santis), pero he aquí que aparece un misterioso caballero andante, cuya identidad sólo conoceremos al final, dipsómano también, que la salva de las garras de sus némesis. Todo ello acompañado de una excelente banda sonora de David Raksin, una inquietante fotografía en magnífico B/N del gran George Folsey, un guión ingenioso basado en un relato del especialista en el género de intriga, y hoy tristemente olvidado, John Dickson Carr (también conocido como Carter Dickson), y como ya he apuntado antes unas interpretaciones estupendas. Dirige el televisivo Fletcher Markle, que nunca más hizo algo merecedor de una reseña, autor de una anterior película de misterio, Jigsaw, con cierto prestigio en determinados círculos, aunque parece ser que las copias en DVD que circulan son de pésima categoría. Aunque no me importaría arriesgarme. Una rareza, en efecto.