Haz click aquí para copiar la URL
España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
2
Thriller. Drama. Intriga. Cine negro Úrsula deja el convento donde se ha educado para empezar una nueva vida, en el sur de España, con su tío, el conde de Ribera. Pero, cuando llega, se encuentra con una tragedia: Lamberto, un joven del pueblo, acusa al conde del suicidio de su hermana. En un duelo, el conde resulta muerto, y el joven se ve obligado a escapar de la policía. Úrsula, cautivada por la belleza y la fuerza de Lamberto, decide acompañarlo en su huida. (FILMAFFINITY) [+]
15 de septiembre de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los que vivimos (o padecimos, allá cada uno) la adolescencia durante los años 60 estábamos férreamente divididos entre Claudia Cardinale y Sofia Loren; Gina Lollobrigida era más para nuestros padres. Pero había un acuerdo total y absoluto sobre Brigitte Bardot: era la que nos ponía calientes. Y no porque viéramos sus películas, no: o estaban prohibidas, o eran para mayores de 18 años. Veíamos sus fotos y nos excitábamos. Oíamos hablar de ella y nos excitábamos. Nuestras antenas recogían toda clase de rumores escandalosos y nos excitábamos. A veces había suerte y alguien traía una revista atrevidilla del otro lado de los Pirineos y la veíamos como deseábamos: sus hermosos pechos, el culo respingón, la boca golosa, las palas gemelas que asomaban entre sus labios lúbricos...
Mucho más tarde, cuando ya tuvimos acceso a su cine, descubrimos que sus películas eran infumables, sobre todo las que la catapultaron a la fama, dirigidas por su entonces marido, el sátiro Roger Vadim, un auténtico depredador de carne fresca (pura envidia). Después de la espantosa Y Dios creó la mujer, mítica por que las carnes de nuestra adorada BB salen a la luz por primera vez, le llegó el turno a Los joyeros del claro de luna, una españolada ambientada en una España tan de charanga y pandereta que ríete tú de la Carmen de Merimée. Úrsula (BB) es una inocente y virginal muchacha recién salida de un convento (no os riáis, por favor) que va a alojarse a casa de sus tíos, él un rijoso impresentable (el franquista José Nieto), ella una reprimida bien a su pesar (Alida Valli, que Dios no se lo tenga en cuenta). En esto que aparece Lamberto y la arma (Stephen Boyd pre-Mesala, en una interpretación merecedora de una vivisección lenta y metódica), porque acusa al tío de Úrsula de haber provocado el suicidio de su hermana tras haberla violado. La dulce muchacha ingenua se prenda del fornido mocetón, que en secreto se está trabajando a su tía. Cuando Lamberto mata al conde y Úrsula se fuga con él, la tía pone a la Guardia Civil tras su pista...
Todo esto con mucho polvo, con perdón, mucho sol, mucha Benemérita y abundantes diálogos en un español cuyo origen aún no he podido identificar, sobre todo el de Stephen Boyd. Para liarla más, tanto Nieto como Fernando Rey están doblados por ignotos motivos. Roger Vadim, cuyo máximo valor cinematográfico era desnudar a sus esposas, y si no lo eran también, dirige con arrojo esta tontería sin pies ni cabeza. Hay que tener mucha caradura para sacar este engendro adelante. Cuenta en la fotografía con Armand Thirard, gran operador que saca partido de un Torremolinos irreconocible, todavía en mantillas, y encarga la música al gran Georges Auric, que se hace un lío con folclorismos varios y monta una pirula con castañuelas y trompetas. En medio de todo esto, uno se pregunta, pero ¿esta chica cuándo se desnuda?, y al final te conformas con dos segundos de su culo y otros dos de sus pechos, y para de contar. La película es ella, sus curvas y volúmenes, su carita de gata ronroneante, su energía, su carisma. Como intérprete, en fin... Ella daba lo que le pedían, y se ganaba el sueldo a modo. Finalmente, el tiempo es inmisericorde.
Eduardo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow