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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Thriller. Drama. Romance Corea, década de 1930, durante la colonización japonesa. La resuelta joven Sookee es contratada como criada de una rica mujer japonesa, Hideko, que vive recluida en una gran mansión bajo la influencia de su dominante tío. Pero Sookee está allí con un propósito secreto: ayudar a un estafador que se hace pasar por un conde japonés para seducir a Hideko y heredar después la fortuna de su tío. (FILMAFFINITY)
12 de diciembre de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un ambiente pobre y degradado, se ve a una familia renunciar a su hija entre lágrimas y lamentos.
Sook-Hee va a ser llevada a la casa de una poderosa señora, Hideko, con el objetivo de ser su principal criada, y para ello debe despojarse de todo: familia, nombre y posesiones. Vivirá para ser el complemento de alguien, la posesión de alguien, y eso no admite vivencias ni afectos anteriores.

'The Handmaiden' se abre con esa decisión injusta, perfectamente racional en el fondo, completamente aceptable en su período histórico de los años 30.
No será hasta un poco después que descubriremos como la casual adquisición de Sook-Hee no tiene nada de casualidad, ni los lamentos de su hermana son de afecto, sino más bien de reproche y odio. El amor no es una emoción en según qué sitios, sino tan sólo una moneda de cambio.
La recién nombrada criada, sabiendo esto, acepta servir a la señora, y lo hace bajo la promesa de que podrá irse lejos, a otro sitio donde quizá la quieran de verdad. Parece un pensamiento inocente, pero es que ella también lo es.

Esa inocencia será lo que guíe sus primeros pasos en la villa de Hideko, con el ambiente de una especie de cuento de hadas, donde casi se podría decir que ella empieza a entender como funciona la esquiva emoción llamada amor, sumada a la inevitable atracción que surge entre señora y criada.
Es sorprendente que el cuento de hadas que estaba siendo se transforme en un romance callado entre ambas, bajo la excusa de no saber de besos o sexo con hombres, pero aún más sorprendente es ver como Park Chan-Wook convierte cada gesto y cada caricia desinteresada en una insoportable muestra de lujuria: Sook-Hee y Hideko se desean hasta lo más profundo, a un nivel de atracción salvaje que calienta hasta un sencillo acto servil en una bañera (jamás un dedo y una boca provocaron tanto).
La razón por la que la han metido en esa casa, para tender una trampa a la en el fondo atrapada Lady Hideko, empieza a perder foco para Sook-Hee, sumidas ambas como están en el disfrute de sus sexualidades reprimidas, en intensas escenas eróticas con las que Chan-Wook tiene el buen gusto de no dejar fuera de foco sus rostros: el sexo podrá ser increíble, pero lo que importa es la expresión de las dos mujeres, sabiendo que por primera vez se sienten satisfechas, libres y completas.

No tienen nada que ver esas muestras de sentimiento a flor de piel con las desnaturalizadas lecturas sobre erotismo de Hideko: muestrarios de patetismo humano entre hombres mayores que han perdido la capacidad de sentir ningún tipo de deseo sexual, y creen que sus reuniones son algo refinado, cuando cualquier cosa que no implique piel con piel parece una triste parodia después de lo que hemos visto.
Las dos maneras de concebir el deseo se contraponen y se analizan, se sienten y se observan, hasta que acabamos enfermos de lecturas vacías, que sólo cobran sentido cuando Hideko traslada a sus palabras la pasión compartida con Sook-Hee.

Sin embargo, Chan-Wook no sólo se queda en el lado menos malo del deseo, sino que desarrolla todo lo que surge de él: celos, provocación y vouyerismo cruzan la línea que separa el amor de la posesión, como emociones difusas que no pueden existir las unas sin las otras. Para mostrar esto, la historia primero cuenta lo imprescindible, y después da una segunda pasada sobre lo ya visto, desterrando lo idílico y sacando a la luz las fealdades que rodean a las dos mujeres, que amenazan por cambiar su pasión por triste ansia económica si ambas se dejan llevar por lo que inicialmente planeaban.
En principio, solo tendría que haber sido un preparado baile, algo donde "todo el mundo cumpliría su papel", eso pensaban las dos. Pero el deseo es impredecible, y difícil de fingir cuando se experimenta.

Hideko y Sook-Hee dan rienda suelta sin medida a su lujuria viciosa, imparable, inevitablemente envenenada por una época y un lugar que no la admite. A pesar de todo, eligen entregarse a ella, aunque eso pueda condenarlas.
Será poco después, cuando puedan realizar lo que antes Hideko solo leía, cuando se dan cuenta de que no había cadena alguna: lo que existe entre las dos la rompió hace tiempo.
Charles
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