La construcción de un mito, en el fondo, tiene más de misterio que de certeza.
El desconocimiento implícito de un sujeto, de un culto, facilita la extensión de su leyenda en nuestras cabezas.

Como tal, 'Mr. Jones' juega al despiste.
A la construcción, pero también al desconocimiento, de toda una mitología que se nos había pasado por alto. Concibe un hombre del saco, uno no aterrador ni esencialmente malévolo, pero sí un guardián que parece haber custodiado siempre puertas que no deberían haberse cruzado.

Y con él, mueve el mundo. O, más bien, el mundo de la pareja que tiene el ¿privilegio? ¿infortunio? de haberse cruzado con él. Scott y Sarah, espoleados por una necesidad de misterio infantil pero definitoria de estos tiempos extraños que vivimos, donde en elegantes galerías se celebra lo grotesco, salen a buscar un fantasma.
Formas de documental nos adentran en su leyenda, y su amenaza, mientras cada vez nos vamos acercando más a lo que parece ser el terreno del sueño, que se transmuta en pesadilla. Un espacio, inseguro y silencioso, lleno de detalles que no atienden a la razón, sino que huyen de ella.

Sería mentir decir que, a poco que nos descuidemos, Mr. Jones logra atravesar el consciente, y formular la pesadilla del inconsciente, la más aterradora, llena de formas que no se llegan a comprender y reflejos de nosotros mismos que no alcanzamos a explicar.
Pero también sería mentir decir que, todo lo que hay de contención e irracional en su primera parte, se pierde en una segunda que solo busca efectismo, icónico y salvaje, pero efectismo.

Quizá la mejor virtud de este documental sea conseguir que Mr. Jones siga siendo un misterio, aunque le haga un flaco favor a su leyenda.