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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Terror Adam y Clare se mudan a una zona rural con su hijo recién nacido. Enseguida empiezan a recibir advertencias sobre los malos espíritus que pueblan el área, pero la joven familia prefiere disfrutar la belleza de los bosques. (FILMAFFINITY)
7 de abril de 2016
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
'The Hallow' tiene, pese a que en sus primeros momentos no lo aparente, un corazón.
Esto significa que, de entrada, detrás del matrimonio de Adam y Clare, hay el mínimo cariño puesto para que no se acaben transformando en monigotes que no nos importe ver enfrentados al horror.
Y esa distancia, que apenas cuesta un par de escenas, es la gran principal diferencia que esta historia establece con otras.

Tras una mudanza a Irlanda, con el fantasma de la crisis que sobrevuela su existencia tranquila, la pareja con su bebé se afinca en una casa en las proximidades del bosque.
Un bosque en particular que va a ser aserrado y vendido pieza por pieza, símbolo de los tiempos en los que no importa tanto la antigüedad de algo como si puedes permitirte conservarlo. Las primeras excursiones de Adam allí, en ese sentido, solo dejan translucir su enorme hastío de ser siempre aquel a quien le tocan las quejas.
Las voces de los lugareños diciendo que el bosque no debería ser transitado solo contribuyen a eso: locos que hace mucho que, en ese paraje aislado, perdieron la capacidad de distinguir entre cuento y realidad.

Sin embargo, después de una marca casual a un árbol, como quien marca un ladrillo, Adam y Clare se enfrentan a intrusos que les rompen la ventana de su bebé. Una marca por otra, parece decir esa siniestra acción.
Pronto, se darán cuenta de que no están solos, sino que muy al contrario siempre han estado rodeados. Las almas en pena de los desarrapados forman parte de las entrañas del bosque, y al igual que cualquier persona lucharán para conservar su propio hogar.
Desde esta perspectiva, se convierte en una historia que guarda una "denuncia" interesante: quizá nos hemos acostumbrado tanto a la indiferencia, tratando a la naturaleza como un ser pasivo, que no cabe en nuestra mente la venganza de todo lo que pasa a formar parte de ella.

Somos capaces de ver las cuencas de los ojos vacías y las expresiones de las nudosas criaturas: no son del todo ajenas a lo humano, pero siguen siendo terribles monstruos de los que hay que huir.
La película opta por la mejor vía, la de la contención, en forma de vistazos fugaces y formas en la oscuridad, que podrían acechar desde cualquier parte. Todo ello sin dejar de subrayar la omnipotencia del bosque, que rápidamente puede penetrar hasta las entrañas de cualquier muralla o mecanismo, porque al fin y al cabo de él vienen todas las cosas y a él retornan.
Las leyendas auguradas por un habitante cercano al bosque se tornan ciertas y adquieren dimensiones de pesadilla imparable, recordando por qué hacemos bien en temerlas, poniendo a prueba a una familia demasiado ingenua que los ha tomado por inocentes cuentos de hadas.

Pero es entonces cuando asoma el corazón del que hablaba antes, porque igual que el bosque instiga terror y siente ira, también siente compasión.
Nos fijamos entonces en las caras que asoman entre las formas de madera, y nos damos cuenta de que tienen tanta pena por perder su casa como una pareja que puede llegar a perder a su hijo. Entonces la persecución terrorífica se detiene, dejando espacio para una necesaria contemplación.
En el fondo y desde el principio, esto había sido una historia de formas que habían sido humanas, que defienden ese último trozo de humanidad que les queda.

Se nos puede olvidar, que casi cualquier monstruo fue persona en algún momento.
Charles
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