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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Aventuras. Fantástico. Acción En los años 70, un variopinto grupo de exploradores y soldados es reclutado para viajar a una misteriosa isla del Pacífico. Entre ellos están el capitán James Conrad (Tom Hiddleston), el teniente coronel Packard (Samuel L. Jackson) y una fotoperiodista (Brie Larson). Pero al adentrarse en esta bella pero traicionera isla, los exploradores encontrarán algo absolutamente sorprendente. Sin saberlo, estarán invadiendo los dominios del ... [+]
6 de marzo de 2017
132 de 186 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de King Kong se ha convertido, a través de sucesivas versiones, más en un "clásico" que en una verdadera "historia".
Conocemos su fondo de bella y bestia con Ann Darrow, su colorido grupo de cineastas llegando a una isla misteriosa, el primer avistamiento del temible mono, la imprescindible escalada al edificio más alto de Nueva York... trozos de leyenda que las diferentes versiones han ido recolectando, con mayor o menor fortuna.
El gigantesco simio ya es casi un conocido, una figura salvaje pero bondadosa que no guarda misterios para nosotros.

Por eso, lo primero que 'Kong: La Isla Calavera' establece es que estamos ante un monstruo, tan antiguo como el planeta y el doble de terrorífico.
Y después, justo después, nos lleva de vuelta en inquietante viaje, a aquella isla de leyenda olvidada por el tiempo, donde la evolución no se plegó a las leyes del hombre.
El gozoso resultado es una magnífica aventura, tan encantada de reverdecer el mito del Rey Gorila como de rendir tributo a sus clásicos (que el duro héroe del relato se apellide Conrad no es solo un guiño simpático, sino una pista de quién ha dado la principal inspiración para esta renovada inmersión en el corazón de las tinieblas).

El año es 1971: la guerra de Vietnam, las revueltas por los derechos humanos y un país en progresivo cambio dibujan una realidad deprimente, donde una agencia gubernamental buscando mitos está a un alto el fuego de irse a pique. Nadie va a invertir en viejos cuentos, cuando la verdadera guerra se libra en el alma de una sociedad que empieza a despertar al desencanto.
Jordan Vogt-Roberts aprovecha ese espectacular contexto para hacer algo insólito: mimar sus tópicos personajes, cuidando de que te importen. Un agradecidísimo detalle, de un director que sabe que la fascinación por la aventura viene tanto de los peligros monstruosos como de la gente que va a enfrentarlos.
Así, conocemos a un explorador sin nuevos territorios a recorrer, una reportera sin historia que le dé el Pulitzer, y un coronel sin guerra que luchar. Tres personas necesitadas de algo concreto, a las que solo un lugar como la Isla Calavera podría fascinar, todavía misteriosa y atrayente cuando ya está todo descubierto.

Tras un macizo de tormenta en el Pacífico llegan a esa nueva tierra, con las justificadas dudas aplastadas bajo el peso de la expectación.
La misma que tenemos nosotros cuando pensamos "ajá, ahora explorarán el territorio, y se darán cuenta de que pasa algo raro, de que hay algo en la jungla"... la misma expectación que es aplastada bajo la sorprendente velocidad con la que Kong aparece, recortándose sobre un sol crepuscular, dando la particular bienvenida a los extranjeros que desprecian la paz de su reino.
Como ya he dicho, esta historia sabe qué ha venido antes que ella, y su primera necesidad es establecer la ferocidad de su gran estrella, para que no nos quepa duda de por qué es el Rey.
No hay tiempo para el misterio, sino para la acción: estos marines y geólogos han cometido la osadía de entrar en el infierno como si fuera suyo, y su condena va a ser intentar sobrevivir en él.

Un sinfín de planos para el recuerdo retratan ese lugar, aterrorizándonos ante cada nueva muestra de desatada naturaleza, pero también dejando espacio, según Conrad, para "la belleza que habita en cada territorio hostil": una libélula equiparada a un helicóptero dejando claro su mutua insignificancia, la gigantesca mole de Kong recuperándose solemnemente en el lecho de un río, una mítica sociedad de nativos enfrentados a monstruos ancestrales, la neblina que inunda los valles de la isla... estampas ante las que la humanidad no tiene posible cabida.
Un pensamiento que el grupo de Conrad parece aceptar sin reparo, mientras que el Coronel Packard lo ignora: para él, la magnitud de Kong es la oportunidad de demostrarse su valía en una guerra, para olvidar el fantasma de otra que nunca pudo ganar.
La humanidad desheredada redefine su lugar en esa isla, y todo pasa por la mirada de encendido odio que Packard sostiene al gran simio, o el dulce tacto de comprensión que la fotógrafa Mason Weaver le dedica a la misma criatura.

Se trata de un magnífico trasfondo que engrandece esta historia, el cual Vogt-Roberts hace valer en cada momento de tranquilidad, pero que a la vez sustenta un magnífico viaje, de esos en los que los buenos persiguen las causas justas, y sus pequeñas victorias saben igual de bien que Kong repartiendo puñetazos a terrores sin nombre.
Como si alguien hubiera cogido los argumentos mediocres y los disfraces de goma que constituían anteriores versiones, y los hubiera convertido en una realidad tan fantástica que desearías vivir mil aventuras en ella.

Kong se ha vuelto a coronar Rey, y te invita a su reino.
Adéntrate en su territorio de grandes peligros y nostalgia bien asumida.
Lo mínimo que te puede pasar, es que acabes temiendo de nuevo a ese inolvidable gran gorila.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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