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Voto de Charles:
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Fantástico. Intriga. Drama
Sigue a un montañista huyendo de las autoridades que sobrevivirá el invierno irrumpiendo en casas de vacaciones vacías. Perseguido por el recurrente sueño de estar perdido en el mar sólo para descubrir que el sueño es real: es un hombre en dos cuerpos. (FILMAFFINITY)
16 de septiembre de 2017
36 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguro que tú también lo has sentido alguna vez.
Esa sensación, latente y sutil, de que deberías estar formando parte de algo más grande, y no lo haces porque tú mismo has elegido tirar tu vida hacia otro lado, concretamente hacia un sumidero donde los días van pasando.
Mucha gente ignora esa sensación, y no la lleva hasta sus últimas consecuencias porque nadie lo hace... pero eso no quiere decir que, cuando aparece, no sea capaz de sacudir tus cimientos.
Una gran mayoría de películas ya han tratado esta idea, y generalmente la desvían hacia el terreno de la fantasía o la ciencia ficción, pero 'Buster's Mal Heart' es una de las pocas que la ponen en manos de un padre de mediana edad: tienes una familia que mantener y un trabajo que cumplir, ¿ahora qué?
Jonah no se lo piensa demasiado. Como muchos otros, está educado para hacer lo que sea necesario, se divierte con cosas sencillas como enseñar español a su hija, ha aceptado el sacrificio como parte normal de su rutina y a su familia como peaje natural de la vida.
Su existencia podría haber seguido así, sin que hubiera pasado nada, pero es un huésped que un día llega el que le habla de "La Gran Inversión", y le hace fijarse en todas las propias grietas que hasta el día de ayer no estaban.
La mayoría de las veces, determinado pensamiento solo requiere el necesario empujón: la adormilada consciencia de Jonah solo necesitaba esa idea de Eva subvirtiendo el orden natural de Adán para convencerse, precisamente, de que su situación no es natural.
No debería ser así: limitados a familias que vemos en contadas ocasiones si queremos mantenerlas, enfrentados a sonrientes gerentes que nos ofrecen la esclavitud como una atractiva condena o sometidos a horas interminables por pagar una casa en la que no estamos viviendo. Jonah de repente se da cuenta de que no está haciendo nada que quisiera hacer, y el despertar es duro, pero en algún momento tenía que suceder.
La única solución pasa a ser escapar, salir antes de que sea demasiado tarde, de ese sistema al que todos nos hemos acostumbrado, porque ni los sacrificios que hace por los que quiere llenan ese vacío que tiene.
Su historia hasta darse cuenta de eso se intercala con su huída: agradecidos momentos de tranquilidad que contrastan con aquellos que pasa en el motel en el que trabaja, aislado de todo en casas de ricachones a las que entra ilegalmente, con tiempo de sobra para soñar y nadie que a peticiones le tenga que enterrar.
De alguna manera, su vida nómada de casa en casa es la perfecta representación de su dilema, perseguido por una policía que le toma por ladrón y llamando a programas para hablar de "La Gran Inversión"; como si él fuera una molestia al margen del sistema que todos se empeñan en erradicar, allá entre esa nieve donde nunca pasa nada.
Él, que siempre se sintió atrapado en la rampante religiosidad que salvó a su esposa de las drogas, se ve obligado a ser el profeta de tierras paganas que nunca se imaginó siendo, como si entre el trabajo de empleado de hotel y las casas muertas del invierno hubiera espacio para plantar otro tipo de creencias, más sanas y verdaderas, que nos hacen buscar lo que queremos en vez de quedarnos con lo que estamos obligados a creer.
El diálogo entre esas dos partes en el alma de cada persona normalmente es de una dificultad abrumadora: mejor correr tras la zanahoria que se nos pone delante con una caña, y preguntarnos poco, porque las respuestas pueden no gustarnos.
Sin embargo, Jonah eligió tener ese diálogo, aún a riesgo de llegar a saber que su corazón está mal, aún a riesgo de darse cuenta de que pocas satisfacciones va a encontrar, como si de una revelación divina se tratara (los villancicos y alusiones cristianas me gustaría pensar que no son casualidad).
Entre el surrealismo y la extrañeza, esta historia planta el foco delante de un cualquiera, y le pregunta qué quiere de verdad.
La respuesta, como siempre dicen esos vídeos de YouTube mierderos, te sorprenderá.
O no, pero al menos el viaje te habrá sacudido lo suficiente como para que, la próxima vez, sientas que debes ser parte de ese algo más grande.
Esa sensación, latente y sutil, de que deberías estar formando parte de algo más grande, y no lo haces porque tú mismo has elegido tirar tu vida hacia otro lado, concretamente hacia un sumidero donde los días van pasando.
Mucha gente ignora esa sensación, y no la lleva hasta sus últimas consecuencias porque nadie lo hace... pero eso no quiere decir que, cuando aparece, no sea capaz de sacudir tus cimientos.
Una gran mayoría de películas ya han tratado esta idea, y generalmente la desvían hacia el terreno de la fantasía o la ciencia ficción, pero 'Buster's Mal Heart' es una de las pocas que la ponen en manos de un padre de mediana edad: tienes una familia que mantener y un trabajo que cumplir, ¿ahora qué?
Jonah no se lo piensa demasiado. Como muchos otros, está educado para hacer lo que sea necesario, se divierte con cosas sencillas como enseñar español a su hija, ha aceptado el sacrificio como parte normal de su rutina y a su familia como peaje natural de la vida.
Su existencia podría haber seguido así, sin que hubiera pasado nada, pero es un huésped que un día llega el que le habla de "La Gran Inversión", y le hace fijarse en todas las propias grietas que hasta el día de ayer no estaban.
La mayoría de las veces, determinado pensamiento solo requiere el necesario empujón: la adormilada consciencia de Jonah solo necesitaba esa idea de Eva subvirtiendo el orden natural de Adán para convencerse, precisamente, de que su situación no es natural.
No debería ser así: limitados a familias que vemos en contadas ocasiones si queremos mantenerlas, enfrentados a sonrientes gerentes que nos ofrecen la esclavitud como una atractiva condena o sometidos a horas interminables por pagar una casa en la que no estamos viviendo. Jonah de repente se da cuenta de que no está haciendo nada que quisiera hacer, y el despertar es duro, pero en algún momento tenía que suceder.
La única solución pasa a ser escapar, salir antes de que sea demasiado tarde, de ese sistema al que todos nos hemos acostumbrado, porque ni los sacrificios que hace por los que quiere llenan ese vacío que tiene.
Su historia hasta darse cuenta de eso se intercala con su huída: agradecidos momentos de tranquilidad que contrastan con aquellos que pasa en el motel en el que trabaja, aislado de todo en casas de ricachones a las que entra ilegalmente, con tiempo de sobra para soñar y nadie que a peticiones le tenga que enterrar.
De alguna manera, su vida nómada de casa en casa es la perfecta representación de su dilema, perseguido por una policía que le toma por ladrón y llamando a programas para hablar de "La Gran Inversión"; como si él fuera una molestia al margen del sistema que todos se empeñan en erradicar, allá entre esa nieve donde nunca pasa nada.
Él, que siempre se sintió atrapado en la rampante religiosidad que salvó a su esposa de las drogas, se ve obligado a ser el profeta de tierras paganas que nunca se imaginó siendo, como si entre el trabajo de empleado de hotel y las casas muertas del invierno hubiera espacio para plantar otro tipo de creencias, más sanas y verdaderas, que nos hacen buscar lo que queremos en vez de quedarnos con lo que estamos obligados a creer.
El diálogo entre esas dos partes en el alma de cada persona normalmente es de una dificultad abrumadora: mejor correr tras la zanahoria que se nos pone delante con una caña, y preguntarnos poco, porque las respuestas pueden no gustarnos.
Sin embargo, Jonah eligió tener ese diálogo, aún a riesgo de llegar a saber que su corazón está mal, aún a riesgo de darse cuenta de que pocas satisfacciones va a encontrar, como si de una revelación divina se tratara (los villancicos y alusiones cristianas me gustaría pensar que no son casualidad).
Entre el surrealismo y la extrañeza, esta historia planta el foco delante de un cualquiera, y le pregunta qué quiere de verdad.
La respuesta, como siempre dicen esos vídeos de YouTube mierderos, te sorprenderá.
O no, pero al menos el viaje te habrá sacudido lo suficiente como para que, la próxima vez, sientas que debes ser parte de ese algo más grande.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Vaya por delante que la película es una paja mental muy seria, probablemente encumbrada a todos los festivales que haya ido y condenada por cualquier espectador que la haya visto sin saber nada de ella (como era mi caso).
Pero, rascando, hay mucho bajo la superficie, no todo bueno ni importante, pero desde luego curioso, al menos.
Jonah se inventa una escisión de su propia personalidad forjada a noches sin dormir, que le hace empezar a ver fantasmas donde no los hay y patrones donde habría que preguntarse si están.
En esa personalidad surge un profeta esperando una revelación, de marcado matiz religioso, quizá porque el propio Jonah niega de plano cualquier creencia, solo basta verle la cara de incomodidad mientras su mujer relata en la iglesia como se salvó de las drogas (probablemente, se deja intuir, gracias a su conversión cristiana).
Así, mata a esa mujer y a esa hija que pertenecen a un mundo de trabajo suburbano que no soporta, y emprende el camino hacia esa isla mítica de la que le habla un "iluminado" de las redes, donde "La Gran Inversión" no tendrá lugar y uno puede ser feliz con lo que más desea.
Su odisea es parecida a los 40 días y 40 noches de Jesucristo, varado en un bote en medio del ancho mar, teorizando sobre los designios de un padre Dios ausente y reforzado por inusuales señales de su hija que le marca que está en buen camino (las ranas, símbolo que se repite como buen augürio).
Todo eso salpicado por fragmentos de su huída a través de lujosas casas, donde se muestra la poca importancia que le da a la realidad de apariencias en la que ha vivido (los ancianos que ignora pero no desprecia) y a la vez se dejan un par de pistas relativas a su nueva naturaleza de profeta (esos mismos ancianos le llaman "Santa Claus").
En esa vida él no era feliz, y se da cuenta gracias a su insomnio que puede aspirar a algo más, a buscar la isla que le prometieron, que a lo mejor es lo único que merece la pena buscar en este mundo.
Como le es imposible convencerse al completo de eso, se desdobla en dos mitades cada una con su misión, que no queda claro si viven únicamente en su cabeza o en la realidad, pero que ilustran perfectamente esas ganas de salir al mundo, de tener más donde elegir, de no conformarse con lo que se nos da.
No puedes evitar ser el Cristo crucificado de tu propia historia.
Pero quizás sí se puede elegir qué búsquedas queremos cargar y por cuál clase de felicidad merece la pena sufrir.
"Dios no es misericordioso, pero es efectivo" le dice Buster a su alter-ego Jonah, recordándole que, pese a todo, está donde quiso estar.
Pero, rascando, hay mucho bajo la superficie, no todo bueno ni importante, pero desde luego curioso, al menos.
Jonah se inventa una escisión de su propia personalidad forjada a noches sin dormir, que le hace empezar a ver fantasmas donde no los hay y patrones donde habría que preguntarse si están.
En esa personalidad surge un profeta esperando una revelación, de marcado matiz religioso, quizá porque el propio Jonah niega de plano cualquier creencia, solo basta verle la cara de incomodidad mientras su mujer relata en la iglesia como se salvó de las drogas (probablemente, se deja intuir, gracias a su conversión cristiana).
Así, mata a esa mujer y a esa hija que pertenecen a un mundo de trabajo suburbano que no soporta, y emprende el camino hacia esa isla mítica de la que le habla un "iluminado" de las redes, donde "La Gran Inversión" no tendrá lugar y uno puede ser feliz con lo que más desea.
Su odisea es parecida a los 40 días y 40 noches de Jesucristo, varado en un bote en medio del ancho mar, teorizando sobre los designios de un padre Dios ausente y reforzado por inusuales señales de su hija que le marca que está en buen camino (las ranas, símbolo que se repite como buen augürio).
Todo eso salpicado por fragmentos de su huída a través de lujosas casas, donde se muestra la poca importancia que le da a la realidad de apariencias en la que ha vivido (los ancianos que ignora pero no desprecia) y a la vez se dejan un par de pistas relativas a su nueva naturaleza de profeta (esos mismos ancianos le llaman "Santa Claus").
En esa vida él no era feliz, y se da cuenta gracias a su insomnio que puede aspirar a algo más, a buscar la isla que le prometieron, que a lo mejor es lo único que merece la pena buscar en este mundo.
Como le es imposible convencerse al completo de eso, se desdobla en dos mitades cada una con su misión, que no queda claro si viven únicamente en su cabeza o en la realidad, pero que ilustran perfectamente esas ganas de salir al mundo, de tener más donde elegir, de no conformarse con lo que se nos da.
No puedes evitar ser el Cristo crucificado de tu propia historia.
Pero quizás sí se puede elegir qué búsquedas queremos cargar y por cuál clase de felicidad merece la pena sufrir.
"Dios no es misericordioso, pero es efectivo" le dice Buster a su alter-ego Jonah, recordándole que, pese a todo, está donde quiso estar.