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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Ciencia ficción Tras años de guerra, la Federación y el imperio Klingon se disponen para una conferencia de paz. Pero el panorama de una negociación intergaláctica con implacables enemigos, preocupa al Almirante Kirk. “¡Son animales!”, advierte. Cuando una nave Klingon es atacada y responsabilizan al Enterprise, los perros de la guerra vuelven a ser liberados: ambos mundos se preparan para el que puede ser su encuentro definitivo. (FILMAFFINITY)
27 de agosto de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso que en toda su saga cinematográfica, hasta la sexta entrega, 'Star Trek' rehuyera los temas políticos que tanto habían destacado en algunos de sus mejores episodios.
Todo hasta el momento se había centrado en aventuras de diferente calado, con diferentes escenarios, que nunca dejaban de lado el componente alegórico de la serie, pero que por alguna razón o por otra habían esquivado ponerse demasiado serios. Puede que fuera porque se pensó que el destino de la Enterprise en la gran pantalla estaba destinado a mayores grandezas cósmicas, o porque sencillamente a nadie se le ocurrió.
Por suerte, alguien decidió fijarse en el conflicto latente en anteriores entregas, acerca de una raza klingon despechada y ofendida, que exige su lugar en la Federación con el mismo respeto que otras.

'Aquel País Desconocido' se convierte así en el episodio más conflictivo, y de alguna manera, más sutil de su historia.
Los acontecimientos pasados con los klingon han servido para que haya cierta agitación en su contra, y la Federación se dispone a mandar un embajador de paz a su encuentro: el capitán James T. Kirk, que años atrás sufrió el más desagradable encuentro con ellos. Hay algo de frívolo y casi perverso en que tenga que ser él quien justamente se entreviste con una raza a la que llegó a acumular tanto odio, quizá la primera pullita contra los buenos sentimientos, a todos, a quien sea, obligados por una organización con su medida de hipocresía.
Justo ellos tenían que ser, los que administran este castigo con guantes de seda, cuando son ellos los primeros que disponen una reunión para tratar el tema klingon, y en ningún momento muchos de sus miembros se bajan de la óptica despreciativa y hostil que tienen hacia ellos. Casi parece peor que ser directo, el tratar otra raza, otro modo de vida, como animales que se merecen un hueco de jaula, donde no puedan molestar.

La Enterprise entonces se convierte en emisaria de paz, y la posible llave de un futuro común sin conflictos, toda una responsabilidad considerando los rencores de su máximo responsable y capitán.
Más tarde, la cena de cortesía entre el séquito del Canciller Gorkon, embajador de paz klingon, y todos los miembros de la Enterprise, es fantástica por acertada: un festival de fuego cruzado dialéctico, en el que las pullitas y sutilezas tratando de alcanzar algún tipo de camaradería común culminan en un "nunca se descubre a Shakespeare hasta leerlo en el klingon original". La declaración más simple de que los puntos de vista son infinitos, variados e intransferibles.
Pero también la confirmación de un pequeño centímetro de orgullo se mantiene entre ambos bandos, porque no es tan simple olvidar los tiempos pasados, sobre todo si traen aparejados recuerdos tan dolorosos para Kirk, y encima teniendo a un klingon tan irónico como Chang riéndose sutilmente de los defectos humanos (majestuoso Christopher Plummer con parche).

Es entonces cuándo la historia se transforma en un "quién-lo-hizo" tan efectivo como interesante, considerando las tensiones que ya se han puesto de relieve anteriormente, y en una carrera contra el tiempo para salvar la última llama de paz que puede existir entre ambos pueblos.
Kirk y compañía atraviesan juicios contra pruebas injustas y cárceles en páramos olvidados, trazando un claro paralelismo con la realidad: ¿alguien dudaría de que estos juicios y estas prisiones no existen todavía, en manos de los imperios que pueden usarlos a su favor?
La mano amiga tendida en principio se torna enemiga, pero no, o sí, o quizá no en su totalidad... 'Star Trek', capítulo sexto, habla de unos tiempos que necesitan más grises que certezas, que necesitan acogerse a un puñado de hombres con cabeza para no caer al barbarismo de la mayoría y, en definitiva, donde la convivencia debería ser la meta deseable por todos. Porque una guerra abierta no beneficia a nadie, y menos si por los actos de unos pocos nos vemos aceptables como jueces de una mayoría.

Decía Shakespeare que la muerte era el gran país desconocido, pero en esta historia un klingon, el Canciller Gorkon, un extranjero, afirma que el país desconocido es el futuro.
Puede que tenga razón, y que ese sea nuestro gran desafío, la conquista de un futuro que no hable de finales amargos, sino de brillantes alianzas a favor de la convivencia.

Sea como sea, es un futuro que los tripulantes de la nave Enterprise han ayudado a crear, y van a seguir queriendo crearlo.
No se puede menos que aplaudirles, cuando desaparecen hacia los confines del universo, dejando su firma, como al final de una larga carta donde nos cuentan que, en sus aventuras, hace mucho tiempo que la galaxia logró vivir en paz.
Charles
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