Vaya con los ochenta. Yo los viví intensamente y reconozco muy a menudo que sobrevaloro mucho el material que se produjo tanto en música como en cine o televisión. Pero la historia de los pakistanís en Londres con intenciones, creo yo, de ofrecer un mensaje social, a saber, quizás un drama familiar o qué se yo, pues es un desastre. Tendrá muy buenas intrenciones, pero la película es un lamentable caso de realización calamitosa. No hay por dónde pillarla. Y es una lástima, mis queridos años ochenta también contiene cosas así. No puedo darle más de una estrellita en la escala de puntuación de FA cuando llegados al final el desánimo y el desinterés es absoluto.

Cuando una película es un desastre absoluto es porque no se salvan ni las interpretaciones. En el caso del afamado Daniel Day-Lewis uno siempre espera encontrar brillo, pero es que ni en él es posible hallar ni rastro de una mínima chispa de nada. Y lo del pobre pakistaní, que sonríe hasta cuando le zurran pues es ya para apagar la tele. Además, los malos no son nada creíbles. Hay más cosas más penosas aún, pero lo mejor es pasar página. De verdad que no me esperaba un bofetón así. Mala, mala, mala, mala...